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Consejo editorial:

David Escobar Arango
• Tomás Andrés Elejalde Escobar
• Juan Luis Mejía Arango
• Héctor Abad Faciolince
• Sergio Osvaldo Restrepo Jaramillo
• Luis Fernando Macías Zuluaga
• María Elena Restrepo Vélez
• Luis Ignacio Pérez Uribe
• Juan Correa Mejía
• Juan David Correa López
• Mauricio Mosquera Restrepo
• Juan Diego Mejía Mejía

Ilustración carátula:

Diego Arboleda

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Agradecimiento especial a la fundación plagio de chile


Medellín en
100 palabras 2019


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Prólogo

La fiesta de los fantasmas

En el Valle de Aburrá habitan fantasmas. Viven en los rincones de Medellín, Caldas, La Estrella, Itagüí, Sabaneta, Envigado, Bello, Copacabana, Girardota y Barbosa, y salen de fiesta cuando alguien se sienta a escribir y a narrar lo que ocurre en su alma. Esta vez aparecieron de nuevo y se llamaron «miedo», «montañas», «pobreza», «violencia», «abandono», y también «alegría», «amor», «buena suerte», y otros, que convocaron a otros más. Acabamos de vivir un desfile de recuerdos y de sueños que representan el imaginario de los habitantes de Medellín y su área metropolitana. Los casi quince mil cuentos participantes mostraron el alma de esta región y de nuevo le midieron el pulso a sus anhelos y frustraciones. En esta segunda edición del premio Medellín en 100 Palabras hubo grandes avances en la participación de las instituciones educativas públicas y privadas en las que el concurso fue una verdadera celebración. En la etapa de convocatoria nuestros promotores dictaron ochocientos talleres de creación literaria en los que las personas adquirieron las herramientas básicas para la escritura de los cuentos. Esto permitió que niños, jóvenes y adultos se sintieran respaldados en sus primeros intentos de escritura. Así se les abrían las puertas a las historias más sentidas por la gente. Surgieron testimonios de vida desgarradores que hablan de la dura realidad que vivimos. También vimos volar a muchos que se elevaron por encima de las dificultades y sonrieron en las alturas desde donde observaron la ciudad. El Metro de Medellín, Comfama y Fundación Plagio hicieron de nuevo el milagro de convocar a los fantasmas y a los escritores de todas las condiciones de género y edad, sin importar su riqueza o su pobreza. Todo el Valle de Aburrá acudió a la fiesta de Medellín en 100 Palabras que hoy, en este número de Palabras Rodantes, presenta a los ganadores y los cuentos finalistas.

Juan Diego Mejía

¡Comienza tu lectura!

Acta del jurado

Medellín en
100 palabras

Los jurados Carolina Sanín, Elkin Restrepo y Gilmer Mesa, luego de leer los 1000 cuentos preseleccionados en las categorías adultos, juvenil e infantil, y en la reunión de deliberación celebrada el jueves 10 de octubre de 2019 en las instalaciones de Comfama Ciudad del Río (con Carolina Sanín en presencia virtual, pues está radicada en Bogotá) han decidido por unanimidad otorgar los tres primeros puestos en cada categoría a los siguientes cuentos:

Categoría adultos:

  1. Pentagrama / N.º 12738
  2. Tres Grullas / N.º 8053
  3. Una promesa / N.º 821

Categoría juvenil:

  1. Seres grises / N.º 3061
  2. Avioncito de papel / N.º 8391
  3. El gran accidente / N.º 6653

Categoría infantil:

  1. Los colores / N.º 7455
  2. Una película de terror / N.º 3008
  3. El monstruo en el bosque /N.º 4184

Categoría infantil

  1. Amor muy animal (5723)
  2. Inicio y desenlace: la visita del conde Fane a Medellín (9789)
  3. Ovnis florecidos (6127)

Todos los cuentos pasarán por un proceso de revisión con el objetivo de verificar su originalidad y evitar el plagio. En caso de comprobarse algún tipo de copia o plagio total o parcial de algún cuento, este cuento quedará descalificado de manera inmediata, y lo sucederá el inmediatamente siguiente de la lista elegida por el jurado.

Igualmente, el jurado seleccionó 91 cuentos en las diferentes categorías, que serán publicados en el libro “Medellín en 100 palabras” que saldrá en la colección “Palabras Rodantes” de Comfama y el Metro de Medellín en noviembre del presente año.

  1. Fútbol de barrio / N.º 6922
  2. De regreso a casa / N.º 5715
  3. Que mi inocencia diga que estaba haciendo mamá / N.º 6221
  4. Chocolatina blanda / N.º 742
  5. Tarzán / N.º 552
  6. Ya vivido / N.º 13532
  7. La voz / N.º 90
  8. La ilusión de volar / N.º 499
  9. Solías / N.º 2225
  10. Jura-miento / N.º 5455
  11. Mandado común / N.º 5485
  12. Las muchachas / N.º 7662
  13. El paisaje de uno mismo / N.º 8469
  14. La carta / N.º 9717
  15. Hermanos / N.º 7314
  16. La banda / N.º 8000
  17. Mi padre el músico / N.º 8465
  18. Sorbos / N.º 10122
  19. Un viaje encantado / N.º 912
  20. Amigos: Coltejer y espejo / N.º 3108
  21. Desde el inicio repetido / N.º 3498
  22. El sapo desagradecido / N.º 4107
  23. Entre rosas y espinas / N.º 4142
  24. Las calles de Medallo / N.º 4489
  25. Las travesuras de la ninfa / N.º 4578
  26. Una sonrisa para mi abuela / N.º 4929
  27. El niño al que no le gustaba leer / N.º 5886
  28. El niño y sus bajos recursos / N.º 5925
  29. Zarigüeyas y escopetas / N.º 935
  30. Viendo el mar de las luces flotantes / N.º 3506
  31. Morro del Diablo / N.º 3863
  32. Decisiones cambiantes / N.º 5279
  33. Pájaro / N.º 8395
  34. Alguien / N.º 8709
  35. El mundo de papel / N.º 9076
  36. Una bruja en casa / N.º 9140
  37. Único miedo / N.º 9390
  38. Carro de rodillos / N.º 320
  39. Chance / N.º 803
  40. A-dioses / N.º 1646
  41. Reflejos / N.º 2623
  42. El regalo divino / N.º 2860
  43. Medellín con litoral / N.º 2876
  44. Insomnio / N.º 3106
  45. El faro / N.º 5467
  46. La piscina / N.º 7154
  47. Casa robada / N.º 8227
  48. Encantador bullicio / N.º 8457
  49. Plenitud / N.º 238
  50. Señal / N.º 13384
  51. Par Brujxs / N.º 11811
  52. Itinerancias/ N.º 11057
  53. Medellín: una selva de concreto / N.º 891
  54. Chitauri el alienígena / N.º 4525
  55. La eternidad de lo que ya fue / N.º 14105
  56. Penumbra transitoria / N.º 102
  57. Regalos a los sentidos / N.º 246
  58. Cuando Hansel se perdió en Medellín / N.º 904
  59. Flor de plata / N.º 1999
  60. Sus últimas palabras / N.º 3678
  61. El arriero y su gallo / N.º 4096
  62. Educación sexual / N.º 7177
  63. Llegar a casa / N.º 7831
  64. El tesoro de la Veracruz / N.º 9538
  65. Pesadilla / N.º 2075
  66. No soy yo / N.º 5735
  67. Silencio: lo que nos duele a todos / N.º 10678
  68. ¿Pesadilla? / N.º 13085
  69. Zona de tolerancia / N.º 12852
  70. Nocturno Op.9, N.º 2, de Schrödinger / N.º 92
  71. Primera vez / N.º 243
  72. Ay, mamá / N.º 6
  73. Me vigilan / N.º 310
  74. Intento fallido / N.º519
  75. Fantasmas /N.º 1860
  76. Feliz cumpleaños / N.º 3246
  77. Sueño reincidente / N.º 262
  78. Burbujas en la noche / N.º 266
  79. Tono de espera / N.º 321
  80. 9 mm / N.º 365
  81. Descubrimiento / N.º 464
  82. La casa al hombro / N.º 562
  83. Un futuro brillante / N.º 4536
  84. Sombras cautelosas / N.º 6239
  85. El hospital de la muerte / N.º 6534
  86. La ausencia de la mirada / N.º 9034
  87. Amor de recreo / N.º 10166
  88. Un alma descalza y desnuda / N.º 10648
  89. La montaña / N.º 10936
  90. El vuelo del cardenal / N.º 5976
  91. Flores que huelen a carroña / N.º 9580

Los jurados consideran que los autores de los cuentos ganadores buscaron en su imaginación vínculos que unieran su interioridad con su entorno, y supieron utilizar la facultad de la síntesis a la vez que atendían a la fuerza expresiva de su lengua.

Nos parece importe resaltar que la mayoría de los cuentos presentados al concurso presentan características comunes: la melancolía, la desesperanza, la autocompasión y la truculencia, entre otras. Otros aspectos explorados son la relación con la madre en todos los tópicos posibles, la idealización de los abuelos, el metro de Medellín como escenario común a bastantes historias y la domesticación del horror, lo que no deja de ser preocupante como diagnóstico del pensamiento general de los participantes.

Los jurados encontraron pocos textos que hablaran del valor, la lucha, el erotismo, la compasión, la felicidad, el humor, el amor a la vida, lo que lleva a preguntarse hasta dónde esta ausencia, al manifestarse de esta manera y a través de un concurso masivo, pone en evidencia un problema de salud pública y espiritual; sobre todo, dada la condición social de los participantes, a quienes Medellín parecería no darles mayores opciones. Una cultura de la muerte fue lo que dejo advertir la lectura de los mil textos entregados para consideración del jurado; textos que, más que cuentos breves —pocos alcanzan está feliz categoría—, conforman un muy serio testimonio de un Medellín traumático, con dolencias muy graves, ya que no solo se puede aceptar como un tópico y es un testimonio que habría que empezar a remediar.

Por otra parte, en los cuentos parece que la naturaleza perdida o a veces recobrada —en la forma sobre todo de pájaros y árboles— ofrece un aliento y una esperanza a la imaginación y las circunstancias de los autores.

Destacamos la participación creciente en el concurso, 14.850 relatos fueron enviados este año, y que los cuentos desbordan imaginación asentada en un lenguaje desenfadado que nos acerca a la cotidianidad de una ciudad que se mueve entre el amor y el odio, confrontación en la que gana cada vez más terreno el segundo. Los cuentos escogidos como ganadores son de buena factura y con un lenguaje más cuidado y una temática arrojada y consistente que los demás.

Esta deliberación se dio el 10 de octubre de 2019 en Medellín.


Categoría infantil

Cuentos ganadores

Primer puesto

N.° N.° 7455

Título: Los colores

Los colores siempre han sido una de mis grandes herramientas para crear cuentos; son los encargados de darle un color a mi cuento. Cuando todos ven un gran árbol verde, yo veo un inmenso árbol morado; para mí, un negro, siempre será un hermoso rojo, y el azul, un rosado muy claro. Siempre me pregunto de qué color es mi sonrisa; mi hermano dice que la sonrisa no tiene color, pero yo sí lo creo, porque cada vez que mamá sonríe me transmite un hermoso color rojo. A mí me gustaría saber qué transmito, si un rojo o un negro.

Salomé Escobar, 13 años. Medellín.

Segundo puesto

N.° 3008

Título: Una película de terror

Había una vez un niño que fue a cine a verse una película de terror titulada: Los fantasmas existen. Durante la proyección salió un fantasma de la pantalla, él se asustó mucho y se dio cuenta de que era el único que estaba en la película. Sintió mucho pánico, las puertas estaban cerradas, tenía mucho miedo, el fantasma estaba diciendo su nombre. Empezó a buscar una salida, estaba gritando: «¡Ayuda!». Después un trabajador entró y le explicó que era parte de la película, entonces se tranquilizó y dijo: «¿Por qué el fantasma dice mi nombre?». Fin.

Brahian Stiven Giraldo, 13 años. Medellín.

Tercer puesto

N.° 4184

Título: El monstruo en el bosque

La gente del pueblo dice que en el bosque vive un monstruo horrible, y eso, la verdad, me parece ridículo. Yo soy el único que vive en el bosque y hasta el momento nunca he visto ningún monstruo.

Juan Andrés Velásquez, 9 años. La Estrella.


Categoría Juvenil

Cuentos ganadores

Primer puesto

N.° 3061t

Título: Seres grises

Mi mamá y tu papá pelean todo el tiempo, mientras nosotros jugamos a escondidas en el patio trasero. Tu piel es como las nubes y la mía es como la noche. Sin embargo, ambos somos igual de buenos jugando a la pelota. Tu papá te dice todo el tiempo que te alejes de mí, reclamando que soy alguien malvado. Mi mamá me dice todo el tiempo que me aleje de ti, insistiendo en que tu corazón es corrupto. Pero lo que yo creo es, que al final del día, todos somos seres de color gris.

Isabela Osorio, 16 años. Envigado.

Segundo puesto

N.° 8391

Título: Avioncito de papel

Despegué desde un avioncito de papel hecho con mi tarea de matemáticas. Me elevé sobre mi barrio, llegué al centro de la ciudad y me sentí un profesional planeando entre los edificios del centro. Cuando estaba desprevenido, cayó una gran tempestad y mi avión se convirtió en un barco. Dormí dentro de una flor, contemplé las nubes cambiar de color y me embriagué con el aroma de esperanza y nostalgia. Pero desperté, y mi tarea estaba en su lugar, y no pude evitar preocuparme sobre qué haría si algún día dejaba de despegar en avioncitos de papel.

Valentina Londoño, 17 años. Medellín.

Tercer puesto

N.° 6653

Título: El gran accidente

Cuando era pequeño unos amigos y yo estábamos jugando fútbol por el barrio y, pese a que era en una colina, nos divertíamos todos los días. Hasta que una vez sucedió algo terrible, Manuel golpeo el balón tan fuerte que se nos fue hacia una autopista, todos muy asustados comenzamos a correr para intentar atraparlo antes de que llegara a su fin, había muchos automóviles pasando a esa hora, y Manuel, que era el más rápido de nosotros, se nos adelantó, cuando de repente se escuchó un sonido que nunca se nos va a olvidar. Ahí estaba... el balón aplastado.

Camilo Álvarez, 16 años. Envigado.


Categoría adultos

Cuentos ganadores

Primer puesto

N.° 12738

Título:Pentagrama

Arturo y tus niños se fueron temprano. Necesitabas quitarte esa tristeza sin razón que te acompañaba. Fuiste a la parte posterior de la casa en donde tenías una hermosa vista, cortada solo por unos cables de la energía. Oíste trinar los pájaros que por esos días llegaban por bandadas a tu barrio. Eran miles, no cabían en los árboles. Mientras los escuchabas, perdiste la noción del tiempo. Estabas tan absorta en el espectáculo que solo te diste cuenta de que en el pentagrama que dibujaron al posarse en esos alambres, podías leer la partitura de su canto.

Olga Luz Álvarez, 61 años. Medellín.

Segundo puesto

N.° 8053

Título: Tres grullas

En la glorieta de San Juan hay una pensión donde vive una mujer que aprendió a hacer pájaros con las hojas de un Corán que un chatarrero le diera en pago. Hizo tres grullas con los versos que perdonan a los deudores y las mantiene en su peinador. El cocinero sin suerte se la pasa en el balcón mirando la avenida, y ha decidido que el plato más suculento que podría probar en los manteles de su pobreza es la sopa de tres grullas que va a preparar cuando su vecina salga al anochecer.

Federico Arteaga, 37 años. Medellín.

Tercer puesto

N.° 821

Título: Una promesa

Mientras se lo llevaban, le juró al muchacho que no lo dejaría solo. Le tocaba caminar mucho, pero cumplió su palabra mientras se ganaba la vida. Cada día, sin falta, durante cinco años, empujó el cochecito con los dulces desde su casa en La Gabriela hasta el kiosco frente a la cárcel Bellavista. Como no podía ver bien, creyendo que podría ser su hijo, la señora saludaba de lejos a cualquier recluso triste que se asomara por la ventana de su celda.

Jaime Hernán Cortes, 43 años. Bello.


Cuentos finalistas I

Categoría infantil

N.° 912

Título:Un viaje encantado

Y llegaron las princesas de los cuentos a Medellín y lo quisieron conocer en metro, lo único es que el paseo no les salió como querían. A la que sabía en dónde bajarse no la alcanzó a despertar el príncipe rojo, la que llevaba la cívica no contó con que los enanos también pagaban pasaje y, finalmente, a la menor, con su habitual capa roja, no la dejaron subir porque llevaba el lobo sin bozal.

Juan Andrés Velásquez, 9 años. La Estrella.

N.° 891

Título: Medellín: una selva de concreto

Tal vez has oído hablar de la selva ecuatorial, la selva amazónica, o la selva Erawan, pero te apuesto a que no habías oído hablar de la selva de concreto. Pues bien, este ecosistema es muy especial porque tú y yo vivimos y disfrutamos de él; pasando por sus grandes calles y avenidas como gacelas, devorando sus platos típicos como leones y refrescándonos como cocodrilos en sus humedales. Como en todos los ecosistemas hay depredadores, pero estos no se pelean por alimento, sino por un puesto en el metro y un espacio para respirar en el tranvía.

Jerónimo Úsuga, 13 años. Sabaneta.

N.° 4525

Título:Chitauri, el alienígena

Chitauri, mientras escapaba de los draconianos, tuvo un fallo en el viaje espaciotemporal y apareció en el metro de Medellín. Chitauri estaba desorientado, un niño le preguntó si estaba perdido y entablaron una amistad. Chitauri quiso tener una vida como la de un humano, entonces fue a la escuela de su amigo. Un día visitaron la iglesia Santa Gertrudis. Chitauri recibió una señal de que venía un mutante draconiano a su ubicación. El mutante se posó en la iglesia y, luego de una ardua batalla, Chitauri defendió al pueblo de Envigado. Chitauri ve otra señal... pero esta vez, es desconocida.

Sebastián Ocampo, 12 años. Envigado.

N.° 14105

Título: La eternidad de lo que ya fue

Cada tarde voy al parque de San Antonio de Prado a sentarme en la misma banca junto al mismo anciano. Él ya no habla, porque las palabras no son suficientes para expresar lo que uno siente, tampoco ve, porque ya lo ha visto todo, tampoco escucha, porque ningún sonido le dará tranquilidad. Y aun así es la mejor compañía. Hoy, mientras iba de camino a la banca, se acercó a mí un pequeño niño y preguntó: ¿Por qué siempre está solo sentado en la misma banca?

Luisa Rodríguez, 15 años. Medellín.

N.° 904

Título:Cuando Hansel se perdió en Medellín

«¡Hansel!», gritó la madre mientras preguntaba a Gretel si había visto a Hansel, pues desde que se mudaron a Medellín no sabían en dónde estaban parados. Hansel podía estar en cualquier lado, en el centro, el parque Botero, en el Pueblito Paisa o incluso en Parque Explora. Pues bien, Hansel no estaba en ninguno de estos lugares, él estaba en el parque de los Pies Descalzos tomando salpicón y mojando sus pies.

—¡Hansel!, al fin te encuentro. ¿Por qué te fuiste?

Hansel no respondió, pues él sabía que en Medellín el día se va volando como los pájaros.

Jerónimo Úsuga, 13 años. Sabaneta.

N.° 1999

Título:Flor de plata

Dentro de la monotonía diaria sale un recuerdo, sale un recuerdo de una ciudad de plomo, donde hasta la más pequeña flor era un tesoro, pero a la vez, era marchitada con violencia, sin que nadie la viera. Seguimos bajo el recuerdo de las balas, de la sangre marcada en las blancas paredes de las casas y las calles, y una sombra que nos hace desconfiar de hasta la más pequeña hormiga. Pero estamos aquí, en nuestra pequeña flor de plata, viviendo, creando nuevos recuerdos, nuevas verdades, y un futuro, en el que el pasado sea solo un mal recuerdo.

Isabella Mina, 12 años. Medellín.

N.° 3678

Título:Sus últimas palabras

Recuerdo que una noche pasaba por la plaza de Botero cuando a la distancia vi un hombre, me acerqué, y antes de decirle algo dijo: «Hermoso lugar, ¿no crees?». Un escalofrió recorrió mi cuerpo, lo reconocí, pero no recordaba de dónde. «Dile a tu madre que seguiré esperándola sin importar nada». Al llegar a casa hablé con mi madre y le dije lo que pasó. Me miró y rompió en llanto. Luego me contó que mi padre había muerto en ese mismo lugar por infarto. Luego, entre llanto, dijo: «Te esperaré sin importar nada», esas fueron sus últimas palabras.

Tomas Bernal, 13 años. Envigado.

N.° 4096

Título:El arriero y su gallo

En San Sebastián de Palmitas, todos los días, temprano en la mañana, subía una recua de mulas. Una de esas llevaba a su lomo un gallo que era la mascota consentida del arriero. Era su compañero cuando subía la montaña. El arriero chiflaba y el gallo cacareaba al tiempo. Hubo una tormenta, el gallo iba al lomo de la mula y se resbaló y cayó al río. El arriero se tiró por su gallo, pero cuando lo cogió era demasiado tarde, ya estaba muerto. El arriero lloró y lloró hasta que murió de la melancolía.

Julio Cesar Montoya, 12 años. Medellín

N.° 3108

Título:2 amigos: colter y espejo.

El edificio Coltejer es uno de los más grandes de Medellín, tiene 100 oficinas. El jefe ocultaba que el edificio Coltejer era un robot gigante similar al edificio de los espejos que también era un robot pequeño. En la Feria de las Flores, cuando los robots pelearon, prendieron los propulsores y se fueron al espacio, desde allí veían la feria pero se dieron cuenta de que las personas no se divertían tanto porque hacía falta ellos dos que eran los edificios más lindos de la ciudad. Decidieron no pelear más y hacerse amigos, volvieron a disfrutar de la feria.

Tomás López, 8 años. Bello.

N.° 3498

Título:Desde el inicio repetido

El 3 de octubre de 2019 cayó un meteorito que destruyó toda la vida existencial en el planeta Tierra. Pasaron años y años, volvió a haber vida; los dinosaurios encontraron fósiles de bestias llamadas «seres humanos», los cuales fueron investigados. Otro 3 de octubre de 2019, cayó un meteorito, destruyó toda la vida existencial en el planeta Tierra. Pasaron años y años, volvió a haber vida, los seres humanos encontraron fósiles de bestias llamadas «dinosaurios», los cuales fueron investigados. Otro 3 de octubre de 2019, cayó un meteorito...

Juanita Gaona, 12 años. Envigado.

N.° 4107

Título:El sapo desagradecido

En Medellín existía un sapo que le gustaba comer de todo. Un día, despertó muy sonriente y se fue a desayunar, pero no tenía comida. El sapito, muy desesperado, se acostó para no pensar en comida. Al rato decidió salir a buscar y de pronto vio un zancudo, pero no lo atrapó. Entonces el sapo empezó a llorar. El zancudo dijo: «No llores». El sapo contestó: «Tengo mucha hambre, necesito comer». El zancudo se postró en su brazo y le dijo: «Cómeme, no te vas a llenar, pero muero feliz al saber que te he ayudado». El sapo lo comió.

Mariana Muñoz, 11 años. Medellín.

N.° 5976

Título:El vuelo del cardenal

El cardenal estaba parado en una rama. Veía el río Medellín correr. Escuchó el sonido del agua. Luego se fue a la Débora Arango. Le pareció un ambiente muy agradable. Una bella joven de gafas con rizos dorados le ofreció un poco de pastel y agua. Comió, y al quedar satisfecho, se encaminó al parque Arví. Lo sobrevoló todo. La gente que estaba allí le tomaba fotos al cardenal por sus plumitas rojas y radiantes como los rubíes. Pero el cardenal sintió que se iba a desvanecer. Al recuperarse, se encontró enjaulado y rodeado por seis monjas.

Juli Schmidt, 11 años. Envigado.

N.° 4142

Título:Entre rosas y espinas

Tras siglos de autodestrucción decidí exterminarlo todo, ya lo había hecho hace varios miles de años. Justo en ese momento un extraño aroma llamó mi atención. Perplejo, decidí buscar, y a medida que me acercaba, el olor se hacía más fuerte. De pronto, logré observar una larga hilera que se extendía por varios kilómetros, grandes silletas con flores de todo tipo danzaban al ritmo de los aplausos de las personas. Era Medellín, había trabajado mucho allí en los noventa. Pero ¿cómo pudo esta ciudad cambiar tanto? Desde entonces todos los años veo cómo siguen destruyéndose solos, pero adornados con flores.

Luisa Fernanda Rico, 13 años. Medellín.

N.° 4489

Título:Las calles de Medallo

Un día tranquilo en las calles de Medallo. Me he comido seis empanadas y aún no me hallo. Caminando estoy, por la 13 voy. Empieza un tiroteo, me agacho y no lo creo. Balas cruzadas; hasta mi empanada está asustada. Me intento alejar rápido, pero no lo consigo, y nunca suelto mi empanada porque con hambre sigo. Se calma la balacera y corro por la acera y se me cae la empanada después de tanta guerra.

Samuel García, 12 años. Medellín.

N.° 4578

Título:Las travesuras de la ninfa

Hace unos años, en una tierra nunca vista por el humano, habitaban miles de ninfas. Entre ellas, había una particularmente traviesa, llamada Syra. Un día, el gran consejo de ninfas cósmicas, cansado de Syra, decidió desterrarla a un mundo sin magia alejado de los demás seres mágicos, un mundo llamado Medellín. Al llegar, Syra buscó un lugar frondoso donde vivir, y se topó con el Jardín Botánico, donde hoy en día pasa su tiempo libre desconectando cables en conciertos, haciendo que las parejas se pierdan entre sí y robando la comida de los visitantes.

Hernán Darío Botero, 13 años. Medellín.

N.° 4929

Título:Una sonrisa para mi abuela

—Se cayó un diente —dijo María.

—Guárdalo para el hada de los dientes —dijo su abuela sonriendo.

Casi todos los dientes se cayeron, pudiendo juntar varias monedas. María las junto porque quería una muñeca que vio en el centro de la ciudad. Un día, la niña notó que su abuela sonreía menos. Al preguntarle, la abuela le conto que sus dientes se habían caído. Esa noche, a María se le cayó el último diente, lo puso con las monedas y una nota: «Te dejo el dinero y mi diente para que le devuelvas a mi abuela su tierna sonrisa».

María José de la Cruz, 6 años. Itagüí.

N.° 5886

Título:El niño que no le gustaba leer

Había una vez, un niño que se llamaba Artur. A él no le gustan los libros y a todos les encantaban. Papá los leía hasta sin ilustración, la hermana contaba todas sus novelas, mamá los leía todo el día cuando comía, cuando dormía. Un día le llegaron libros a Artur y los metió al fondo del jardín. Al otro día encontró a una ardilla leyendo un libro. Él no le prestó atención. Al día siguiente la ardilla estaba llorando, después riendo y feliz. Él quiso leer, no durmió y comió libros.

Cristian Bedoya, 12 años. Medellín.

N.° 5925

Título:El niño y sus bajos recursos

En una comuna llamada «la trece», de Medellín, había un niño muy inteligente que tenía bajos recursos. Una niña le dijo: «Si tú te pones triste, yo también, y no quiero que estés triste, yo haré todo lo posible para que no estés así». Un día, el niño fue al colegio y los profesores le dijeron: «¿Sabes qué? Te vamos a pagar la universidad». El niño se puso superfeliz y les dijo a sus papás. Su papá le dijo: «Usted se va a negar esa propuesta de esos profesores». El niño se fue de la casa…

Sofía Ayala, 13 años. Sabaneta.

N.° 7314

Título:Hermanos

Abrió los ojos y nada más. Lo único que veía eran nubes y más nubes. Con sus manos tocaba delicadamente aquellas nubes; se sentía extraño. De ellas sacó un pequeño trozo con el que formó lo primero que le vino a la cabeza: un niño. Con otro pedazo hizo una niña, y con otro moldeó un niño más pequeño. Siguió haciendo más figuras con nubes, pero después de unos minutos sintió que alguien le tocaba el hombro. Volteó su mirada confundida y observó por unos segundos aquel personaje misterioso. Y sin pensarlo, sonrió.

Valeria Muñoz, 14 años. Medellín.


Cuentos finalistas II

Categoría juvenil

N.° 6922

Título:Fútbol de barrio

Un día estaba jugando fútbol con unos amigos en el barrio San Javier. De repente, apareció un anciano a pedirnos que lo dejáramos jugar y lo aceptamos, pero nos reímos porque lo hacía muy mal. De pronto, este señor empezó a jugar muy bien y sorprendió a todos, era un show. Se empezó a desvestir y a quitarse la máscara. Todos quedaron impresionados al ver que este señor era Ronaldinho. Se tomó fotos con todos y les regaló autógrafos a todos. Después de esto, cogió un taxi y no se ha sabido nada de él, pues el carro desapareció.

Andrés Ocampo, 14 años. Envigado.

N.° 4536

Título: Un futuro brillante

«¡Vuela, Juan! ¡Vuela!», le decían todos a su alrededor; su madre, su padre, sus profesores. Cansado de escucharlos, Juan salió a caminar mientras pensaba cómo cumpliría las expectativas puestas en él, siempre fue el mejor de su clase y todos esperaban mucho, pero realmente eso no le importaba, nunca entendió cuál era el sentido de hacer parte de este sistema, estudiar y trabajar durante toda su vida, solo por dinero. Después de caminar llegó a un puente que solía visitar cuando quería estar solo, miró al vacío y por primera vez en su vida pensó en él, así que voló.

María Paulina Otálvaro, 16 años. Sabaneta.

N.° 6239

Título:Sombras cautelosas

En la madrugada, cuando muy pocos caminan las calles de Medellín, cuando los morros ocultan bestias acechantes, fue atrapado, nunca supo qué pasaba. Fue llevado hasta un matorral, arrodillado, sujetado, él aún era muy joven, al igual que las manos que templaban su pescuezo y lo rebanaban. ¿Cómo se escuchará la piel al ser desgarrada? Ese fue su último sonido, mientras se desvanecía en el suelo. Él intentó detener el líquido azul y espeso que emanaba de su cuello, y ellos, de sangre tan fría, se quedaron hasta que el Mono, ya no se pudo levantar.

Luisa Fernanda Restrepo, 16 años. Medellín.

N.° 6534

Título: El hospital de la muerte

Yo era un prestigiado doctor del hospital Clínica León XIII. Me encontraba muy preocupado por un paciente que no paraba de gritar por su dolorosa agonía. Pasaban las horas y los días y el paciente no cesaba su sufrimiento. Los gritos de dolor estremecían el hospital, petrificando mis huesos. Así que se me ocurrió una grandiosa idea. Yo, muy orgulloso por mi cometido, logre calmar el paciente. Mis colegas me preguntaron: «¿Como lo hiciste?», y simplemente conteste: «Le corté la lengua y le cosí la boca».

Alejandro Mesa, 16 años. Envigado.

N.° 9580

Título:Flores que huelen a carroña

Había un muerto al pie del guayacán. Unos días antes, las ramas colgaban negras y exangües camuflándose en aquella ciudad gris llena de humo, como un perchero vacío. Pero ahora las flores se encaramaban en ese cielo profundo y rojo que la lluvia había estregado hasta dejar perfectamente límpido. Cerca del tronco estaba el muerto, cubierto de flores amarillas. Un gallinazo se alimentaba de su muerte.

—Y para vos, ¿qué es Medellín?

—Para mí, Medellín es un gallinazo posado en un guayacán en flor.

Cuando se llevaron al muerto, el guayacán y el gallinazo se quedaron ahí.

Gillian Varela, 16 años. Medellín.

N.° 9034

Título:La ausencia de la mirada

Danilo, un niño de nueve años, huye al sentir los pasos de la guerrilla. Su mamá le señala las plataneras para que se esconda. Una lluvia de balas amenaza con la vida de su familia. Danilo cierra los ojos con fuerza, al abrirlos, observa cómo su hermano se aleja con los hombres. De platanera en platanera se esconde hasta llegar a la sala de su casa. «¿Mamá, mamá, mamá?», grita desesperadamente. Un charco de sangre cubre sus pies; desde el río, escucha el grito de súplica de varios hombres, las escopetas hablan, después… el silencio.

Susana Gutiérrez, 17 años. Medellín.

N.° 5715

Título: De regreso a casa

La joven tomó un autobús en la terminal del sur que la llevaría a su hogar. El conductor manejaba de forma lenta y con movimientos suaves, lo que hizo que la joven fuera cediendo al cansancio. Cuando el bus paró en un semáforo miró hacia su derecha y vio cómo todo a su alrededor se volvía hermoso. Era un espectáculo de olores, luces y sentimientos. Su cansancio cambio por energía y alegría y sus penas y dolores desparecieron. Se sintió más viva que nunca pero no podía estar más equivocada.

Joan Manuel Murillo, 17 años. Envigado.

N.° 10166

Título:Amor de recreo

El descanso es a las ocho y treinta. Los niños de primaria salen corriendo, unos hacia el baño y otros a comer, tienen hambre, vienen desde muy arriba, cerca de la vía que conduce a Santa Elena. Sin embargo, ellos dos no corren, cada uno por su lado, caminan pausados; las que si van a toda velocidad son sus miradas, que se buscan por todo el patio. Finalmente están juntos, ya solo quedan diez minutos, no tienen mucho tiempo, inexpertos se besan detrás del muro. Suena el timbre, y la clase de besos continuará en otro recreo.

Salomé Ladino, 14 años. Medellín.

N.° 10648

Título: Un alma descalza y desnuda

Ese día el agua lucía mucho más angelical que el mismo cielo, el parque de los Pies Descalzos se encontraba abarrotado de gente y, aun así, el agua en él estaba en calma, incluso, distante de sus observadores. Me quité el calzado y la toqué levemente, poco a poco, mis pies se sometían a ella. De repente, me halaron, una caída de muchos metros cuando solo eran centímetros, mi mente en blanco y mi alma… ¿mi alma? No la encontraba. Me incorporé, ya nada era igual, sentí cómo me desnudaron pieza por pieza y me armaron nuevamente sin remordimiento alguno.

Karen Marcela Pérez, 17 años. Medellín.

N.° 10936

Título: La montaña

Todos miraban asombrados al pie de la montaña, nadie creía que una montaña hubiera aparecido de la noche a la mañana. Lo que no saben es que desde hace años una persona había comenzado a excavar una gran tumba para todos los pueblerinos. Sin darse cuenta, solo la mitad del pueblo fue a ver la montaña. El pueblo notó extraña la gran montaña que se ha formado. Desde que esa montaña apareció la mitad del pueblo desapareció, sin saber cuál es la razón. Pensaron en que la causa podría ser esa montaña. Uno de los pueblerinos es el infiltrado.

Hefziba Chamoo, 14 años. Medellín.

N.° 6

Título:Ay, mamá

Mariana siempre me llamaba para salir a la terraza, se veía la ciudad y el metrocable. Si uno se paraba en el bordito y alzaba los brazos era como el Titanic. Y yo volaba, mamá, volaba. Miraba pa abajo y me daba vértigo, pero ¡volaba, mamá! ¡Volaba! Hasta que un día me volaron el pecho. La policía persiguiendo los pilluelos del barrio, disparan y ni se fijan. Me perforaron el pulmón izquierdo. Yo volaba, mamá. Volaba.

Salomé Peláez, 17 años. Sabaneta.

N.° 6221

Título:Que mi inocencia me diga qué estaba haciendo mamá

Estaba acostada en mi cama, en vista fija diagonal hacia el mueble de mi casa, ahí estaba mamá con sus ojos cerrados despachando a uno más.

Luisa Fernanda Ortiz, 15 años. Bello.

N.° 8000

Título: La banda

Empecé a temerle a los tambores desde que mi hermano se fue en medio del ruido marcial. Las puertas de hierro no son lo suficientemente fuertes para detener el ruido y yo no tengo el valor de aguantar el llanto. A veces se escuchan redoblantes, esporádicamente suenan los bombos y las timbas, casi siempre el compás se ve adornado por los gritos desesperados de un corazón abatido. Arriba en la montaña la percusión no cesa, la muerte no perdona y el reloj no para.

Daniel Palacio, 16 años. Medellín.

N.° 8465

Título: Mi padre, el músico

Mi padre era músico. Él me contaba cómo fue su primer recital y cómo la gente gritó de euforia luego de este. Cuando lo asesinaron, decidí continuar con su legado. Así fue como adquirí mi primera guitarra, que antes era de él; no fue difícil aprender a usarla, pues solo tenía una cuerda. Luego de una semana practicando ya estaba listo para mi primer toque; salí al centro de Medellín, y cuando toqué la cuerda, mi víctima se desplomó en el suelo. Y al igual que en el primer toque de mi padre, la gente gritó de euforia.

Didier Álvarez, 16 años. Medellín.

N.° 10122

Título:Sordos

Las paleticas de mango con sal del parque de la esquina se volvieron polas en el centro, y luego, aromáticas amargas en el velorio de algún amigo.

—¿En esta ciudad la vida se nos fue en un segundo? —le dijo.

—En un par de sorbos —respondió.

Timoteo Giraldo, 17 años. Medellín.

N.° 935

Título: Zarigüeyas y escopetas

Me aferro con todas mis fuerzas al espinazo de mi madre. Tambaleo. Nos escabullimos entre callejones, esquivamos floreros, atravesamos barandas. Todo al compás de las balas. Oímos esos sonidos secos y retumbantes impregnándose en el silencio de la noche. «¡¿Nada que matan a esa maldita chucha?!», gritan. Tenemos miedo. Un pedazo de metal pasa frente a nuestros ojos como un rayo, perfora un ladrillo; un polvo terracota nubla nuestro camino. Caemos. Nos escondemos tras un muro.

—Mami, pero nosotros no hemos hecho nada malo —le digo.

—Lo sé, amor. Lo sé —me responde entre besitos.

Permanecemos en silencio. Nos abrazamos.

Pablo Gómez, 17 años. Envigado.

N.° 3506

Título: Viendo el mar de las luces flotantes

—¿Sabías que, en verdad, Medellín es un mar?

El chiquillo cogido de su mano alzó la vista con curiosidad, esperando que su padre siguiera con la respuesta.

—¿Sí lo ves? —dijo apuntando a la ciudad nocturna encendida por cientos de bombillos de colores.

—No…

—Fíjate bien… Las luces marcan lo que es tierra, el mar infinito es la unión del cielo con las montañas en la oscuridad, donde no se diferencia cuál es cuál, y los pequeños brillos que ves apartados de toda la ciudad son barcos navegando.

Él miró de nuevo.

— ¡Ya lo veo!

Sofía Urrego, 17 años. Envigado.

N.° 3863

Título:Morro del Diablo

Cuando llegué a Medellín no había transporte para subir al morro. Conseguí una moto que me subiera y solo me llevó hasta cierta parte. De ahí en adelante me tocó caminar; había muchos rumores de que por esos lados espantaban y yo muy asustado caminaba y solo miraba hacia el frente. Cuando llegué, me recibieron y ya me tenían el cuarto organizado para pasar la noche. No tenía ganas de dormir, salí a la ventana y vi algo muy extraño que se reía muy raro, pues al parecer era un duende encima de una vaca. Pasé la noche muy asustado.

Juan Pablo Muñoz, 14 años. Medellín.

N.° 5279

Título:Decisiones cambiantes

Metió sus manos completamente en la arena, las demás personas en el parque de los Pies Descalzos se ocupaban de sus propios asuntos o jugaban alegremente. Él sentía un gran cosquilleo; hacía varios meses que quería tener esa sensación simplemente porque la encontraba divertida, y desde que su viaje a la playa se había cancelado por la quimioterapia de su madre, esto era lo más parecido a estar allí. De cualquier manera, la arena siempre será arena.

José Manuel Molina, 14 años. Medellín.

N.° 8395

Título:Pájaro

Metió sus manos completamente en la arena, las demás personas en el parque de los Pies Descalzos se ocupaban de sus propios asuntos o jugaban alegremente. Él sentía un gran cosquilleo; hacía varios meses que quería tener esa sensación simplemente porque la encontraba divertida, y desde que su viaje a la playa se había cancelado por la quimioterapia de su madre, esto era lo más parecido a estar allí. De cualquier manera, la arena siempre será arena.

Valentina Londoño, 17 años. Medellín.

N.° 8709

Título: Alguien

El olor a sudor invade el vagón, una persona contra otra, el espacio personal no existe en estos momentos. Hubiera tomado el siguiente metro. La siguiente estación es Industriales ¿Debo bajarme aquí? Es mi primera vez viajando así. Se detiene, acaba de llegar a la estación, por lo menos ahora hay más espacio. Suben pocas personas, es un alivio, pero ¿y ese aroma? ¿Quién lleva ese perfume? A pesar de la multitud, el olor dulce, liviano y elegante llena mi nariz por completo. Conozco el olor. ¿Quién es? Parece cercano a mí. Un recuerdo borroso es lo único que hay.

Valentina Vásquez, 14 años. Envigado.

N.° 9076

Título: El mundo de papel

Ahí estaba yo, sentado en una banca del parque viendo pasar la vida sin ningún sentido, la gente que por allí pasaba me miraba y seguía adelante sin mostrar importancia. Pero de pronto se acercó alguien y me dijo: «¿Qué haces acá?». Simplemente le contesté que estaba mirando cómo el mundo está hecho de papel. Esa persona, un poco asombrada, me preguntó: «¿A qué te refieres?». Y con un suspiro dije: Somos frágiles y el mundo escribe sobre nosotros lo que no queremos ver.

Mateo Daza, 14 años. Medellín.

N.° 9140

Título: Una bruja en casa

Hace días, Ana viene presenciando hechos raros en casa, como si no estuviera sola. Una mañana estaba escuchando música en su equipo, a un volumen muy alto; al pasar un rato, sintió cómo le apagaron el equipo y salieron riendo de casa, ella quedó sorprendida y muy asustada. Tiempo después, cansada de todo, gritó fuerte: «¡Ven mañana por sal, bruja!». Al otro día se llevó una gran sorpresa espeluznante... Su vecina, Clara, era aquella bruja que estaba molestando en su casa, y mandó por sal a su nieto Isaac. Ana, al saber esto, se cambió de casa y no volvió.

Valentina Arredondo, 17 años. Medellín.

N.° 9390

Título: Único miedo

En la calle de aquel barrio, siendo las 10:50, sucedió lo que ya era «normal». Se escucharon los diez rugidos de cada grupo, los «leones» y los «tigres». Estar preparado para correr, esconderse debajo de cama, tirarse al piso o simplemente empujar a mi hermana para que un rugido no la lastimara, era una rutina de cada uno de mis familiares y vecinos. Estando tan pequeño, me acostumbré a ver esto y me volví un ser cuyo único miedo es saber que no pude empujar a mi hermana o a mi madre para salvarlas del rugido.

Eilyn Camila Ospina, 16 años. Medellín.

N.° 13085

Título: ¿Pesadilla?

Mientras me debatía entre el sueño y la televisión, escucho el cerazul de la puerta abrirse lentamente... supuse que era mi madre, hasta que Antonio empezó a ladrar de forma exagerada. Por segunda vez en la semana venían aquellos hombres del barrio Altamira con la excusa de asegurar la tranquilidad. Mis ojos se inundaron de terror al verlos entrar quitándose las prendas lentamente con maldad plasmada en el rostro. No faltó el revólver en la cabeza recordándome mantenerme callada. Justo en ese instante, abrí mis ojos abandonando aquella pesadilla... mientras escuchaba el cerazul abrirse y a Antonio ladrar como loco.

Isabella Zapata, 14 años. Medellín.

N.° 310

Título: Me vigilan

Salgo de casa, veo que hay hombres de negro sin rostro, me siento vigilado, también hay personas en el techo, pero ninguna a mi lado. Voy hacia la estación Tricentenario del metro y en el bus también veo personas sin rostro, que me intimidan... veo el metro, corro y entro justamente en el primer vagón. Aquellas personas quedan afuera, suspiro con tranquilidad... pero me volteo y de nuevo ahí están, los intento ignorar... pasan tres estaciones, mi corazón se acelera... hay emociones, voces en mi mente, me dicen que los mate, que huir es de cobardes...

Edward López, 16 años. Medellín.

N.° 519

Título: Intento fallido

—¿Puedes pararte? —dije en tono de desesperación—. ¡Necesito que te levantes! —dije gritándole. Estaba desesperado viendo cómo su sangre se esparcía por el suelo, viendo cómo su camisa se manchaba cada vez más de ese color azul—. ¡No me puedes dejar ahora, prometimos que saldríamos de este infierno juntos, prometimos que dejaríamos la comuna 13 juntos! —dije mientras sentía lágrimas caer lentamente por mi mejilla—. Si no podemos escapar de este infierno juntos, al menos llegaremos a uno nuevo juntos —dije mientras cogía la pistola y la posicionaba en mi cabeza y, sin más, jalé el gatillo.

María Camila Mercado, 14 años. Medellín.

N.° 1860

Título: Fantasmas

Nos dijeron que si iba, la soltaban. Nunca volví a saber de los dos.

Gabriel Salazar, 16 años. Medellín.

N.° 3246

Título: Feliz cumpleaños

Mamá empezó adornando las ventanas de la casa de Aranjuez con globos de colores y serpentinas. ¡Allí vivíamos hace mucho…! Puso en el centro de la mesa una torta de chocolate, su favorita, y encendió las velas con una sonrisa valiente. Todos participábamos. Mismo barrio, mismas personas, mismas sillas... todo igual. «Feliz cumpleaños, cariño». Nos sentó alrededor de las sillas restantes, como todos los años. Una silla estaba vacía, desde hacía mucho tiempo. Pobre mamá, supongo que era preferible celebrar un imaginario cumpleaños que visitar nuevamente el cementerio.

Julián Camilo Correa, 16 años. Medellín.


Cuentos finalistas III

Categoría adultos

N.° 742

Título: Chocolatina blanda

—Vamos al zoológico por el jabalí. Antes había pedido ir al acuario por la mantarraya, al jardín botánico por la secoya, al planetario por la nebulosa negra…

—Un caso precoz —dijo el médico (con cincuentainueve, papá aparentaba setenta).

El profesional recomendó seguirle el juego. Pobre papá, su cerebro es ahora un álbum de láminas que se repiten en la memoria. Llenó tres de Historia Natural en el colegio. Una proeza.

—La tengo, no la tengo —repetía mientras pasaba caramelos imaginarios entre los dedos—. ¡Casi lo lleno, hija! —sus ojos húmedos brillaron—. Me falta el jabalí... y el brontosaurio.

José Fernando Suárez, 55 años. Medellín.

N.° 552

Título: Tarzán

Tarzán, cada Navidad, estaciona su auto en el zoológico y les lleva regalos a los amigos de juventud.

José Duque, 53 años. Envigado.

N.° 7831

Título:Llegar a casa

Tarde en la noche observo los rieles que conducen hacia mi destino, abordo el último metro y pareciera que soy el único pasajero. Llego a mi estación de destino, salgo del vagón y apresuro el paso hacia el lugar de salida, en un instante veo cómo se apagan las luces y se cierran las puertas de la estación, veo a un operador del metro y le grito: ¡Espere un momento, señor! ¡Espere que yo salga! El operario me ignora y quedo encerrado en penumbra. Desorientado pienso en las tantas veces que he intentado llegar a casa y no he podido.

Angélica Vélez, 28 años. Medellín.

N.° 92

Título: Nocturno Op. 9, N.º 2, de Schrödinger

De golpe se apaga la luz de mi habitación. La función ha terminado; en completo silencio admiro la oscuridad de un pequeño universo y me pregunto: ¿quién ha determinado este experimento? ¿Alguien en algún lugar pensará en mi ausencia? Pasan muchas personas por esta calle sin nombre, nadie sabe si estoy vivo o muerto: estoy en dos estados a la vez, al mismo tiempo. Nadie se atreve a descubrirlo. No es un gas el que determina esa probabilidad; es una bala perdida.

Carlos Herney Villada, 35 años. Caldas.

N.° 243

Título: Primera vez

Cuando Valentina Sartori ya no pudo esconder la pancita en su colegio, la llamaron a dirección, le pidieron que al otro día fuera con sus padres; con el poco tiempo que ellos pasaban en casa tampoco parecieron notarlo. El dueño del «regalo» fue Emmanuel; había venido de vacaciones a Medellín en diciembre y Camila los presentó. Ahora estaba en Argentina. La única que se compadeció de ella fue Clarita, que era su nana desde pequeña, ni siquiera los periódicos amarillistas locales que al otro día daban la noticia: «Adolescente embarazada se lanza por el balcón en loma de El Poblado».

Jennifer Múnera, 32 años. Medellín.

N.° 9538

Título:El tesoro de la Veracruz

A paso acelerado, Alcides Rodríguez cruzó la plaza Botero un lunes a las tres de la mañana. El tesoro escondido en la Iglesia de la Veracruz estaba cerca y este era el desolado momento que había esperado. Cerrajero de profesión, Alcides accedió al templo. Caminó al altar, sin mirar atrás, como le indicó su abuelo, quien años atrás le reveló el secreto allí sepultado. Tras retirar una baldosa, el oro fue suyo. Un soplido le hizo girar. La figura de un padre lo inmovilizó. «Sin mirar atrás, Alcides», recordó, antes de desmayarse y vislumbrar al espectro desvanecerse con el cofre.

Juan Sebastián Mora, 36 años. Medellín.

N.° 2075

Título: Pesadilla

Cuando por fin pudo vencer la inmovilidad, Horacio despertó dando un brinco en la cama, espantado por una presencia sobrenatural que le oprimía el pecho. Se persignó en la oscuridad respirando pesadamente, sintiendo la angustia acomodada en el estómago. Su madre mencionó que así era como las brujas atormentaban a sus enamorados. Más tarde, con un escepticismo amparado por la luz del día, caminaba empujando su carreta de frutas por el centro jurando que había sido un mal sueño. Carmenza, la negra que leía el tabaco en un rincón de Guayaquil, le salió al paso. Anoche te visité, le dijo.

José Humberto Zapata, 31 años. Envigado.

N.° 5735

Título: No soy yo

No estoy aquí, parada en la cornisa del Palacio Nacional, mirando el abismo. Mamá no murió, antes de celebrar mis quince, asesinada por mi padre en una borrachera. A él no lo encerraron en Bellavista gritando que la amaba, que se convertía en un monstruo cuando tomaba aguardiente. No di tumbos de familia en familia y tampoco probé las drogas. No vivo sola en un inquilinato de Niquitao. Todo esto lo sueño mientras vuelo hacia el suelo. Le sonrío al pavimento hirviendo. No importa lo que digan, porque esta vida no es la mía, este cuerpo destrozado no soy yo.

Jessika Torres, 47 años. Medellín.

N.° 10678

Título: Silencio: lo que nos duele a todos

El labio roto, golpes en el cuerpo. Ese es el aspecto de Andrés una vez amanece después de recibir a su padrastro borracho y drogado la noche anterior, en San Javier. Con miedo de contarle a mamá, se sienta en su cama, espera que Sarita, su hermana, se siente a su lado para hacerle la misma pregunta de siempre:

—¿Otra vez? —pregunta ella.

Él, tímido, mira su rostro y agacha la cabeza. Ella, con la mano en el hombro, susurra:

—No lo olvides, a mí me pasó igual con nuestro otro papá y mírame ahora, solo existo en tu imaginación.

Javier Armando Santana, 29 años. Bello.

N.° 12852

Título: Zona de tolerancia

«Te amo», escribió en su mano la rubia con manzana de Adán. Él anotó en la palma áspera de ella: «Yo también». La noche siguiente ella lo recibió con otra peluca y, en la despedida, le dio un papelito. «Me quieren matar», leyó él en su casa. Salió a prisa. Afuera del cementerio de San Pedro un corrillo rodeaba un cadáver cubierto. Se unió a los curiosos y el alma le volvió al cuerpo cuando sintió el olor y el sexo duro de Margot detrás de él. Se excitó más cuando le escondió el puñal asesino entre sus nalgas.

Wilfer Pulgarín, 56 años. Medellín.

N.° 13532

Título:Ya vivido

Nuevamente, Francisco enterraba una caja de madera en el patio trasero de su casa. La oscuridad de la madrugada lo protegía del terror que le causaba la posibilidad de ser observado por algún testigo, pero el frío se le anidaba en los pulmones, haciéndole más difícil respirar y volviéndolo lento en su tarea. Desde el cuarto, Soledad, todavía con sangre entre sus piernas, escuchaba el sonido que hacía la pala cuando removía la tierra y el llanto inconsolable del hombre que perdía un hijo por tercera vez.

Leydy Johana García, 28 años. Medellín.

N.° 90

Título:La voz

Contestó el teléfono que ya parecía sonar rabioso y la saludó su propia voz, que ahora se escuchaba más robotizada. Recordó cuando había trabajado para una empresa de servicios bancarios y la habían hecho pronunciar ante un micrófono miles de palabras, algunos fonemas y el abecedario. «Usted tiene una factura pendiente con…». Le colgó a esa voz, su voz, que ya no le pertenecía.

Antonio José Gómez, 25 años. Medellín.

N.° 499

Título: La ilusión de volar

Cuando percibe que los aviones inician su recorrido, él —quien nunca ha volado—, con el corazón palpitando a mil por hora, se agarra fuertemente de la malla de alambre que rodea la pista del Olaya Herrera. Entre una algarabía desbordante de domingo, vendedores de crispetas, paletas de colores y pájaros que vuelan asustados, despeinado, los ve despegar. Los otros días de la semana sale de casa —con el viento en contra—, a vender en el semáforo de la 30 con los 65 aviones de cartón que él mismo fabrica. En cada avión que vende viaja vestido de piloto.

Orlando Caicedo, 66 años. Medellín.

N.° 2225

Título: Solías

Cada quincena venía con una diferente, esta vez la chica era pequeñita, morenita, gordita e, indudablemente, más fea que ella. Sabía que lo hacía solo para mortificarla, pero se tragaba su orgullo, necesitaba el trabajo y aunque él pasaba su paupérrima cuota alimenticia más o menos cumplido, no era suficiente para mantener a sus dos bebés. A pesar de todo, en lo más profundo, aún lo amaba y lloraba por dentro cada vez que lo veía entrar. Finalmente, se acomoda en su silla, traga saliva, abre bien los ojos y les dice: «Bienvenidos, ¿desean su habitación sencilla o con jacuzzi?».

Diego Armando Rincón, 36 años. Sabaneta.

N.° 5455

Título: Jura-miento

Aburridos de ser pobres, después de cobrar una miseria por encepar pilotes frente de la estación Berrío, decidimos rentar un local frente al Banco de la República. Desde allí excavaríamos durante meses bajo Palacé, intentando conectar los desagües del metro con la bóveda subterránea. Inauguramos discretamente con una fachada simple: vender mazamorra barata y sacar escombro escondido en marmitas. Empero ya para la alborada no dábamos abasto de despachar. Paulatinamente dejamos de excavar, porque estábamos demasiado ocupados abriendo el tercer restaurante. No obstante, hay noches que, acurrucado en el túnel inconcluso, susurro al fondo de piedra: «Algún día, algún día».

Oscar Carrasquilla, 43 años. Medellín.

N.° 5485

Título: Mandado común

El mandado no requería mayor determinación, esfuerzo de memoria media cuadra hasta la revueltería. El pelao ajustó la puerta, acomodó sus chanclas y, confiado de sí, bajó por la calle que antes de carros era para pies. Fue un tránsito al estupor: el sol persiguiendo pieles, cascadas con jabón desde balcones, el grito desde el cielo programando partido, letras retando su recién alfabetismo, voces dando recados para mamá… Se encontró disperso con el mundo en torpes pasos de corto trayecto; volvió dejando su orgullo en la entrada, preguntando sobre el ruido de la olla presión: «¿Ma, cilantro y que más?».

Valentina Aguirre, 20 años. Medellín.

N.° 7762

Título: Las muchachas

Las muchachas que desde las ventanas de los buses chirriantes o a través de los vidrios sellados del metro observan a Medellín, miran cómo hijos de esta ciudad fragmentan sus cuerpos, las quieren engullir y las tocan, a estas muchachas que de bus en bus se les va frunciendo el ceño y las palabras no les salen de la garganta, produciéndoles una tos tan ruidosa como un bus frenando, la ciudad se les vuelve un laberinto. Nadie decía nada; la gente sabía, todos tenían la enfermedad del silencio. Por dentro las muchachas se fueron muriendo y solo quedaron sus cuerpos.

Laura Marcela Cañas, 27 años. Medellín.

N.° 8469

Título:El paisaje de uno mismo

Un hombre tocaba la guitarra en los bares del centro. Tenía las manos teñidas de rojo. Mientras cantaba se podía observar cómo se dibujaba su propio paisaje: la melodía empezó siendo blanca, luego verde, después negra. Las formas ondulantes de la música entraron por mis oídos, empecé a dibujar mi propio paisaje, olvidé estar sentada en un bar en las torres. Abstracciones y líneas muy definidas formaron la perspectiva. Imaginé un avión que trazó una línea de nube. La luna iluminó al hombre que tocaba la guitarra, la música se detuvo, cada clap de los aplausos fue difuminando los colores.

Ángela María Medina, 40 años. Medellín.

N.° 9717

Título: La carta

Tocaron fuerte a la puerta, sacándome del profundo sueño. ¿Quién podrá ser a esta hora? Intentando recordar el sueño me di cuenta de que lo había perdido. Ojalá volviera y se quedara esta vez. Abrí la puerta y ya no había nadie. ¿Me habré demorado mucho otra vez? Sentí el frío de esa hora. Pensé en la tibieza de la cama. Ojalá estuviéramos de nuevo ahí. Me senté; de la cómoda saqué la carta. Recuerdo cuando tocaron y abrí a tiempo. Me la entregó. Prometí responderle. ¿Por qué habré tardado tanto en hacerlo?

Gloria Araque, 49 años. Medellín.

N.° 320

Título: Carro de rodillos

El rechinar de las balineras sobre el pavimento se escucha desde la cocina. Ya son tres horas en que estos muchachos de la cuadra se deslizan cuesta abajo en ese carro infernal y me siento harta. Por el ojillo de la puerta he visto pasar cientos de veces sus rostros pintarrajeados por la alegría. Apeñuscados, a cada largada, miran hacia mi puerta esperando que les lave ese odio —que creo yo— sienten por mí. Allá vienen, salgo enseguida con mi balde repleto de agua y como quienes van a recibir un regalo pasan frente a mí gritando: «¡Gracias, doña Fabiola!».

Héctor Augusto Jiménez, 49 años. Medellín.

N.° 803

Título: Chance

Doblo por Bolívar. Miro a la abuela —imagino que lo es—. La miro a ella y a él. Pienso en las combinaciones que puede darme. El número de la puerta a donde los llevo o la hora en la que nació. Pasamos por el cementerio San Pedro, el jardín botánico, y de ahí, diagonal al Pedro Nel. «Es aquí». Por primera vez mira el taxímetro, se da cuenta de que estuvo apagado y me lanza una mirada inquieta.

—El primer viaje es gratis —le digo—. Pero, si quiere, puede compartirme su suerte... ¿A qué hora nació?

Sonríe cansada.

Juan Felipe Zuleta, 29 años. Medellín.

N.° 1646

Título: A-Dioses

Para ese entonces mi abuelo ya era un garabato, un recorte de sí mismo. Sentado en su silla de mecer miraba por horas las cordilleras que se asoman por el barrio. Muchas veces lo vi sacar un papel amarillento de su bolsillo, mirarlo y volverlo a guardar. Un día me dio el papel y dijo: «Léame esto, fue lo único que su abuela dejó cuando se fue, pero se le olvidó que yo no sé leer». Me conmoví profundamente, lo que había escrito en nada se parecía a una carta, pues mi abuela no sabía escribir.

Yalila Pérez, 23 años. Medellín.

N.° 2623

Título: Reflejos

Narciso roba retrovisores en el cruce de la avenida Oriental con La Playa. Los conductores, con la mirada fija en el semáforo, no lo advierten. Él lee el pasado encerrado en cada espejo: la mujer que te corta el aliento, el accidente mortal que se repite sin tregua en la memoria del cristal empañado, el peatón que refunfuña mientras se traga entera su torpeza, la daga de una bocina penetrante. Narciso huye. Serpentea entre los transeúntes mientras dibuja una sonrisa en el espejo que me robó en la tarde. ¡Pobre diablo! Mi pasado de púas le desangrará las manos.

John Jairo Villegas, 52 años. Envigado.

N.° 2860

Título: El regalo divino

—¡Mamá, a mí no me gusta la aguapanela! —le grité enojada.

—Te la tenés que tomar porque es bendita. ¡Eso sirve para todos los males, hija! Mirá: si tenés gripa, pues te tomás dos aguapanelas con limón; si tenés conjuntivitis, te echás aguapanela trasnochada en los ojos; pa los cólicos, nada mejor que aguapanela con canela. ¡Mija, eso fue lo más grande que Dios nos pudo dar! ¡Dejá de joder y tomátela!

Ella gritaba desde la cocina. Yo, sin mucho ruido, escuchaba sonriente y tensa, mientras se la daba al perro.

—¡Gracias, mamá!

Estefanía Muñoz, 20 años. Medellín.

N.° 2876

Título: Medellín con litoral

Sí. Soy el culpable del cierre de la biblioteca, señor juez. Siempre quise que mi ciudad tuviera mar. Fue por eso que escribí en cada libro de esa biblioteca la palabra «mar»; pues esta desmedida palabra no aparece en la historia de Medellín. Desde entonces, los libros no han parado de escurrir agua de sus hojas. Se lo juro: hasta parecen cascadas. Ustedes me acusan por un crimen, pero este final es feliz. Acepto la condena. Mi ciudad no tenía mar, y por eso le escribí uno.

Andrés Duque, 24 años. Bello.

N.° 3106

Título: Insomnio

—¡LE- DI- JE -QUE -NO -SE -SU -BIE –RA- A-LA-TE-RRA-ZA-A-ES-TA-HO-RA-ME-HA-CE-EL-FA-VOR-Y-SE-A-COS-TÓ-¡YA! —Su madre lo levantó a chancletazos en silabas, mientras las lucecitas de Aranjuez todavía centellaban detrás de sus ojos...

Se aferró con fuerza a sus binoculares para no llorar.

Carolina Correa, 33 años. Medellín.

N.° 5467

Título: El faro

Cada vez que te decía que quería conocer el mar, tú me llevabas a la azotea de un edificio abandonado por el Colombo Americano. Es como estas montañas, con esas ondas, pero de agua, me contabas. Ayer subí otra vez. No estabas para preguntarte, pero supongo que el montón de lucecitas que se veían flotando, son los faros que te guían mientras navegas. Cuando regreses, podremos hablar de cómo es el mar por las noches.

Juliana Londoño, 29 años. Medellín.

N.° 7154

Título: La piscina

Más o menos en séptimo dejé la ilusión de la piscina en el tercer piso del colegio. Así, fui perdiendo y ganando cositas: ya sabía que el mar quedaba muy lejos y que Santa Elena no era el fin del mundo. También me enamoré y así me empezó a gustar el colegio. En noveno, era un incomprendido rebelde, con ínfulas de maldad que no progresaron. Décimo fue el grado de rehabilitación y en once llegó mi momento: me eligieron personero. ¿Qué prometí? Hacer una piscina en el tercer piso del colegio.

Daniel Restrepo, 22 años Itagüí.

N.° 8227

Título: Casa robada

Si tuviera edad para pasar la calle solo, iría a despertarlo. ¿Tendrá hambre? ¿Cuánto tiempo llevará dormido? Tienen que ser muchos años, es imposible que hayan pasado menos. Lleva dormido tanto tiempo en su casa del parque Berrío que no se dio cuenta cuando le robaron las paredes; pobre... no le dejaron ni una teja, ni un adobe, hasta los zapatos se le llevaron... y hasta el metro le construyeron encima. ¿Acaso no vieron que entre las bolsas dormía oculto un soñador? Quizás lo vieron como basura... Ay, de él... Ojalá y por lo menos sueñe con algo bonito.

Santiago Garcés, 20 años. Itagüí.

N.° 8457

Título: Encantador bullicio

Ni uno solo se escuchaba, eran ruidos de vehículos, gente, música lejana, lo recuerdo bien. Cuando era niña y caminaba por la playa hacia la plazuela San Ignacio, ni uno solo se escuchaba y mucho menos se podían ver. Tal vez uno que otro tras las rejas o en manos de alguna vecina con sus horrendas tijeras. Estoy segura, no estaban. Ahora en mi adultez, sigue y aún peor el atroz ruido de ciudad, pero su aturdidor bullicio hace que muchos miremos al cielo y los busquemos entre las copas de los árboles. ¡Los loros han vuelto!

Sandra Robledo, 39 años. Medellín.

N.° 238

Título: Plenitud

Domingo, el atardecer, tu risa, el cielo. Mi nerviosismo, tu seguridad, mis ansias, tu calma. Tus labios, tu boca, tus manos. Mis deseos, mis ganas, mis miedos. El pasto mojado, nuestros pies descalzos. Tus ojos, tus pecas, mis sueños. La brisa, tu olor, mi risa.

Angie González, 21 años. Medellín.

N.° 262

Título: Sueño reincidente

Cada fría madrugada, despierto después de soñar que mi madre me dice: «Espérame aquí». Se sube a un bus sin mí y me abandona en pleno centro de la ciudad. Desde hace cinco años me refugio en un pequeño frasco para volver a soñarla, a ver si logro aferrarme de sus enaguas para no perderla y así poder marcharme con ella.

Paola Cristina Giraldo, 33 años. Medellín.

N.° 266

Título: Burbujas en la noche

A cada paso que damos, nuestros zapatos escurren el agua de un día lluvioso. El silencio de papá es triste. Las calles están desoladas y nuestra casa lejos. De mi bolsa saco uno de los tarritos de colores que hoy no logramos vender. Hay elefantes, jirafas, monos. Mis manos están tiesas. Soplo y del agujerito sale una estampida de burbujitas alegres. Papá está demasiado cansado para verlo, pero en una de las burbujitas vamos él y yo volando hacia la noche. Y en la burbuja papá por fin sonríe.

Jhon Eduardo Zapata, 23 años. Medellín.

N.° 365

Título: 9 mm

Despertar meditabundo luego de la noche de metrallas. En el piso de tierra se aprecian vestigios de lágrimas estalladas; el corazón desgarrado no para de sangrar. Los niños pintan los primeros rayos del sol con su frívola sonrisa mientras recogen los casquillos de acero; construyen cadenitas que ornamentan la desazón de la razón. Carlos, uno de los nenes, encuentra junto a una piedra la 9 mm que exterminó a su padre.

Daniel Camilo García, 25 años. Envigado.

N.° 321

Título: Tono de espera

La espera fue larga, la alarma sonaba con ritmo constante. Personajes de todos los mundos caminaban de lado a lado, unos iban a rezar y otros intentaban escapar en un cohete con forma de aguja que apuntaba al infinito, escoltados siempre por un jinete famoso y bajito; vi pasar ancianos con equipajes rodantes, mujeres y niños después, hombres de pasos pesados como deshaciendo el tiempo y mercaderes que aprovecharon hasta el último minuto. Nunca contestaste, y yo frente a un teléfono público, al lado de Versalles, te dejé ir para siempre con mi última moneda.

Nicholas Berger, 26 años. Medellín.

N.° 13384

Título: Señal

La cuerda se reventó y la cometa huyó en desbandada, caracoleando, apresurada por irse no se sabe adónde. Cruzó los cables del teleférico, ellos la vieron. Surcó la cancha de fútbol, la cúpula de la iglesia, el techo del colegio, el bosquecito de araucarias al lado del camino que sube al barrio, y en ese punto desapareció. Después oyeron que el armazón a colores y en forma de estrella había aterrizado manso en la cabeza de don José Bastidas, viudo desde comienzos de agosto, ahí sentado en la puerta de su casa, rogándole al cielo una señal para seguir viviendo.

José Alejandro Castaño, 47 años. Envigado.

N.° 11811

Título: Par Brujxs

Cerca de La Floresta, y mientras echas guacamole a la empanada, busco tu mirada. Juego ajedrez contra la CPU, encuentro la opción de 1 vs. 1. Me miras, te sonrío. Empieza el juego, saco al peón, vuelvo y te miro mientras pienso que tu sonrisa es bella; sacas tu ficha hasta el centro de la tabla. Muevo el alfil AC4 busco ver si me miras y lo haces. Ahora tienes una sonrisa pícara, el movimiento de tus pestañas viene con tu risa, el parpadeo de tu mirada dice -.-. -.-. -.... .-.-. No habrá un jaque pastor, pero hay telepatía.

Arturo García, 37 años. Medellín.

N.° 11057

Título: Itinerancias

Por favor, me lleva a Buenos Aires; gracias por su piropo, pero no estoy «solita», me he casado tres veces y tengo cuatro hijos. ¡Buenas noches, señor! Por favor vamos a avenida Colombia con la 70; no, no soy orgullosa. ¿En qué trabajo? Cuido animales en el zoológico Santa Fe, alimento a los tigres. Déjeme por aquí, llego más rápido caminando. ¡Hola! Vamos al parque de Aranjuez, por favor, ¿puede conducir más despacio? ¿Que si me gusta la velocidad? No mucho. ¿A qué me dedico? Soy agente de tránsito. Nuevo servicio de taxi, saludo e imagino la que seré hoy.

Sandra Maryori Benítez, 32 años. Medellín.

N.° 102

Título: Penumbra transitoria

Una sombra apagó el sol de repente. En el cielo, un trueno furioso parecía no tener fin. Los moradores gritaron con desespero creyendo que el apocalipsis había llegado. No hubo tiempo para tomar las pocas pertenencias que tenían y corrieron sin dirección alguna tratando de encontrar un refugio que los protegiera. Nadie se atrevió a mirar hacia arriba. Temían ser ejecutados por la espada de un jinete celestial, o ser fulminados por un rayo vengativo. Todo era caos y terror. Luego, a unos cuantos pasos de allí, en el barrio Trinidad, aterrizó el primer avión que llegó a Medellín.

Andrés Felipe Liévano, 33 años. Bello.

N.° 246

Título: Regalos a los sentidos

—Para la oscuridad, tengo el brillo de las casas en las montañas al medio día, para el silencio, tengo el chirrido metálico del metro pasando por los rieles, para la piel tengo el roce de las otras gentes en El Hueco, para la voz, tengo el silbido de los ancianos en el parque Bolívar, para la muerte... para la muerte, llevo el olor a café de toda la avenida Guayabal.

—¿Y por qué perdió la vista?

—Le regalé mis ojos a un joven que, en pleno centro, me los pidió por bellos.

Laura Vanesa Gómez, 28 años. Medellín.

N.° 7177

Título: Educación sexual

Para mí, eran solo dos muñecos, uno sonreía, el otro no. Con cuatro años, Luisa María me dijo:

—Eres el papá, cuidas el niño —Me entregó al sonriente—. Soy la mamá, cuido la niña. —¿Cómo sabes que es niño?

Mientras bajó sus pañales, señaló al mío:

—Él es niño, porque tiene pene y sonríe... Ella —señalándole su sexo—, tiene pena, porque es niña.

—Las niñas también pueden sonreír —le dije.

—Sí, pero hay que cambiarles la cabeza…

—¿Cómo así? Ella, simplemente arrancó las cabezas y las intercambió.

—Ahora ella sonríe, aunque tenga pena.

Luis Fernando Córdoba, 54 años. Medellín.

N.° 464

Título: Descubrimiento

Caminé de la estación a la casa con el miedo que da el silencio, la complicidad de las lámparas rotas y la ausencia de niños en los callejones de la cuadra. Los vecinos que me vieron subir, desde las ventanas, sabían ya que no le encontraría en casa.

Juan Sebastián Álvarez, 21 años. Medellín.

N.° 562

Título: La casa al hombro

Es martes. Ya casi son las 5 de la mañana. Medellín aún duerme, pero él sabe que debe despertar. No quiere ser un estorbo. Conforme pasan los minutos se apresura a recoger sus enseres; los empaca como puede en un costal y se echa su casa al hombro. Le da una última mirada al portón donde pasó la noche y, agradecido, lentamente, lo abandona para —con la claridad del día— ir haciéndose invisible.

José Javier Vásquez, 36 años. Bello.