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Primero está
la soledad


Robert Louis Stevenson

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Prólogo

Del amor, el desamor y los amores imposibles en la obra de Darío Jaramillo Agudelo

En la noche del miércoles 24 de mayo de 1989 sucedió una inolvidable velada poética para Medellín y para Colombia. En medio del terror que imponían las bombas del narcoterrorismo y a pesar de que en el estadio Atanasio Girardot el Atlético Nacional disputaba un partido por la Copa Libertadores de América, en el Palacio de Exposiciones se aglomeraban más de diez mil personas para conocer los resultados del concurso convocado por la Casa de Poesía Silva para escoger el mejor verso de amor de la literatura colombiana. Luego del escrutinio de los más de veinte mil votos llegados de todos los rincones del país, el verso ganador, contra todo pronóstico, resultó ser el Poema de amor 1, del poeta antioqueño Darío Jaramillo Agudelo. Ante la euforia del público, y con la aclaración previa de que quien había ganado el concurso era “el otro”, el poeta leyó en voz alta el poema de amor:

“Ese otro que también me habita,
acaso propietario, invasor quizás o exiliado en este cuerpo ajeno
o de ambos,
ese otro a quien temo e ignoro, felino o ángel,
ese otro que está solo siempre que estoy solo, ave o demonio,
esa sombra de piedra que ha crecido en mi adentro
y en mi
afuera,
eco o palabra, esa voz que responde cuando me preguntan algo,
el dueño de mi embrollo, el pesimista y el melancólico
y el
inmotivadamente alegre,
ese otro,
también te ama”.
1

Darío Jaramillo Agudelo nació en 1947 en Santa Rosa de Osos, tierra de poetas como Porfirio Barba Jacob, Rogelio Echavarría. Estudió con los padres jesuitas en Medellín y luego se graduó de abogado y economista en la Universidad Javeriana de Bogotá. En su vida profesional ha ejercido importantes cargos en la administración pública, pero su reconocimiento deriva de su oficio de escritor.

En la literatura se pasea con solvencia en prácticamente todos los géneros: poesía, novela, ensayo, libros para niños, antologías y compilaciones. Sin embargo y como escribió en el ensayo Historia de una pasión: “Hubo un día en que supe: era la poesía lo que más me importaba, lo que más importaría en mi vida. La poesía en un sentido más amplio y desaforado, la ebriedad sin tiempo de una boca amada, el aroma de un eucaliptus, el laberinto interno de un reloj de cuarzo, de tu procesador de datos, un atardecer, un gol, un sorbete de curuba, una voz familiar, Mozart, entender una cosa nueva, una crema de ostras, el galope de un caballo, en fin, tantas cosas que son la poesía en su más amplio sentido”. 2

Luego de regresar de una beca en la Universidad de Iowa, donde fue becario del International Writing Program, Jaramillo Agudelo obtiene, en 1977, el reconocimiento como poeta al ganar el III Concurso de Poesía Eduardo Cote Lamus con el libro Tratado de retórica. En este libro temprano, en el que se detecta ya un profundo sentido poético, se puede palpar una influencia de la poesía norteamericana de la época y un dejo entre irónico y surrealista emparentado con la poesía que escribían sus contemporáneos, generación denominada posteriormente por la crítica, y de manera imprecisa, como la generación sin nombre o generación del desencanto.

Es en la década de los ochenta del pasado siglo cuando Jaramillo Agudelo encuentra una voz propia, singular y de un profundo contenido poético. Sobre todo, cuando se atreve a reapropiarse de dos temas que parecían proscritos ya de la poesía: el amor y la nostalgia. En efecto, nadando a contracorriente de los ismos de moda como la poesía social, la poesía concreta, el compromiso social y etcétera, etcétera, Darío escribe sobre el más universal, el más cantado y el más difuso de los sentimientos: el amor. De manera simple, sin artilugios, sin rebuscadas metáforas, traduce en palabras el eufórico, el enigmático, el exacto momento del amor.

En el poema cabe también el correlato, el envés del sentimiento, cual es el desamor. Las dos caras de la moneda: el frenesí y la ausencia. Las palabras se vuelven entonces conjuro: “Te expulso de mí, te exorcizo, te llamo a cada segundo para que salgas de mi alma, para que tu fantasma no me anule. Ah, nuestros momentos de dicha quedan demasiado lejos y ya no me justifican los insomnios de este olvido minucioso”. 3

El poeta busca tal vez la única salida posible ante la ecuación amor/desamor: la de los amores imposibles. Aquellos que se llevan en silencio, con “el miedo de que noten los otros que por ti me muero”.4 Tal vez son ellos los únicos eternos, los que nunca se expresaron, los que se llevan en sigilo, en la más profunda intimidad: “Amores imposibles que son la soledad acompañada”. 5

Decíamos también que Darío Jaramillo se atrevió a nombrar la nostalgia, ese sentimiento que parecía erradicado del lenguaje de la modernidad por retrógrado e inútil. Pero recuperar aquello que se evaporó en el tiempo, volver a aquellos días de la infancia, tal vez la única edad donde la felicidad fue posible, revivir con palabras “la intacta materia de otros días” 6 como diría Álvaro Mutis, sigue siendo materia poética universal, difícil de administrar, eso sí, por quien no domina con destreza y rigor la palabra poética. “Recuerdo solamente que he olvidado el acento de las más amadas voces/ y que perdí para siempre el olor de las frutas de la infancia/ el sabor exacto del durazno/el aleteo del aire frío entre los pinos, / el entusiasmo de descubrir una nuez que ha caído del nogal”. 7

Esta breve antología es un abrebocas para conocer a profundidad la vasta, rica y sorprendente obra literaria de Darío Jaramillo Agudelo. A la fecha ha publicado más de doce libros de poesía, nueve novelas, tres libros para niños y ocho trabajos como antólogo y compilador. En el año 2017 recibió el Premio Nacional de Poesía, otorgado por el Ministerio de Cultura de Colombia, y en el 2018 fue galardonado con el prestigioso Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca, que entrega la ciudad de Granada, España.

Si algún joven sentado en el vagón del metro lee alguno de los poemas de esta antología y se estremece; si una joven que espera en la estación halla en alguno de estos versos las esquivas palabras que no encuentra en lo profundo de su alma enamorada, entonces comprendemos que la poesía tiene sentido, que el poeta ha cumplido su misión y que las Palabras Rodantes que publicaron estos poemas se han justificado.

Juan Luis Mejía Arango
Febrero de 2019


Notas

1. Los otros poemas finalistas fueron: Ritornelo de León de Greiff, Nocturno III de José Asunción Silva y el soneto Amor de Carlos Castro Saavedra.

2.Historia de una pasión. Bogotá, Sota de Bastos, 1997.

3.Una noche. Poema incluido en la novela Cartas cruzadas.

4.Amores imposibles IV. Tomado del libro Cantar por cantar.

5.Amores imposibles, 13. Tomado del libro Cantar por cantar.

6.Nocturno de Álvaro Mutis.

7.De la nostalgia,1: Tomado del libro Poemas de amor.

Darío Jaramillo Agudelo.
Fotografía de Nicolás Ordóñez.

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Divino amor, amor profano

Otra arte poética una:
El tiempo

Sobre la geometría del tiempo este poema que
recorre la fría piel de los minutos que ni
esperan ni acosan,
sobre la línea de los días sembrados en la metálica
luz de los muertos, florecidos a punta de tanta
vida que recorre sus venas de clepsidra.

Sobre el tiempo este poema asomado de reojo a
la muerte,
sobre el tiempo hermano de la nada,
sobre el tiempo ingrávido gravitando sobre mi cabeza y sobre la
cabeza de mi hermano,
sobre el tiempo este poema,
sobre el tiempo que camina por encima de las
aguas y pasa a través de los blancos jardines
de yeso de las regiones del norte,
sobre el tiempo olvidado de los juegos de la tortuga
y Aquiles,
sobre el tiempo despiadado el asombro impotente
del poema,
sobre el silencio que es la música del tiempo
terminado y constante y exacto,
teorema de las flores que nacen medidas por el
día,
teorema del deseo y la culpa capturados en el
largo insomnio de la noche puntual,
de la agorera, lenta noche,
sobre el tiempo inmensurable, midiendo el cambio
de piel de las serpientes,
sangrando sobre la sombra del olvido,
sobre el tiempo este monótono poema,
sobre el tiempo que continúa más allá de la vana
palabra del poema.

El oficio

La poesía, esa batalla de palabras cansadas;
nombres de cosas que el ruido escamotea;
llegan los fieles a reconocer el signo, heráldica
donde cada rito tiene su lugar:
allá la cornucopia, el ara, el gerifalte, aquí muy
cerca una noche y una estrella:
amplia red de sonidos que ocultan este corazón
aterido y amargo,
un gajo de uvas verdes, el silencio irrepetible de
una calle de mi infancia.

La poesía: este consuelo de bobos sin amor ni
esperanza,
borrachos por el ruido del verbo, aturdidos por
cosas que significan otras cosas,
sonidos de sonidos.

Prefiero mirar tus cartas que leerlas; de súbito
dibujas un beso;
la poesía: esta langosta, esta alharaca, esta otra
cosa que no es ella,
la risa de Alejandra, el esplendor de tantos sueños
silenciosos,
una forma callada.

De la nostalgia, 6

Es distinto este decir que aquel hechizo,
me repito enredado en la guerra de encontrar las
palabras.

Ayer iluminación, hoy trampa, evasivo poema,
rescoldo apenas del vuelo del amor o el asombro,
huella penosa de las noches felices,
juego el poema de la luna conmigo, en la noche
de ahora.

Está además el vano consuelo de mi desmemoria:
que conozco la dicha.

Y está también la certeza más sabia y más inútil:
que hay alguien dentro de mí perdido,
que envejezco.

De la nostalgia, 3

Diluir la memoria en una especie de estupor
anhelante,
picaflor sin urgencias que enumera los lugares
más tibios,
alelada memoria,
el muy frío espejo del calor de otro entonces,
memoria que pregunta cuánta materia de mi
cuerpo queda
de aquellos cuerpos míos que vivieron cada
alucinación y cada asombro,
cada cosa que hoy es nada,
y aún menos que nada
si es palabra.

Gatos

Aletargados en perpetua siesta
después de inconfesables andanzas nocturnas,
desentendidos o alertas,
los gatos están en la casa para ser consentidos,
para dejarse amar indiferentes.

Dios hizo los gatos para que hombres y mujeres
aprendan a estar solos.

Gatos

Estados de la materia.

Los estados de la materia son cuatro:
líquido, sólido, gaseoso y gato.

El gato es un estado especial de la materia,
si bien caben las dudas:
¿es materia esta voluptuosa contorsión?
¿no viene del cielo esta manera de dormir?

Y este silencio, ¿acaso no procede de un lugar sin
tiempo?

Cuando el espíritu juega a ser materia
entonces se convierte en gato.

Gatos

¿Cómo lograr que la quieta palabra escrita
posea la quietud del gato que duerme,
cómo hacer que la torpe palabra
nombre la oscuridad con mirada de gato,
su fijeza,
de qué manera conseguir palabras
con la tersura de la piel del gato,
a veces, pocas, palabras uña de gato,
y otras, muchas más, con el movimiento del gato,
su sigilo,
su distancia,
cómo decir palabras que posean
el silencio del gato,
cómo hacer que la palabra me contenga
y yo desaparezca,
hecho silencio,
como se desvanece entre la noche
un gato?

Gatos

Palabras para hablar de los gatos:
no hay palabras para hablar de los gatos.

Las palabras no abarcan a los gatos.

Los gatos son indiferentes
con los seres que hablan.

Un ladrido puede molestarlos
y un estruendo asusta a los gatos.

Pero los gatos no oyen las palabras,
no les interesa nada que pueda decirse con palabras.

¿Para qué las palabras si hay olfato,
para qué las palabras
si es posible el silencio?

Soy vegetal

Soy vegetal.

Broté de una semilla,
voy echando raíces
y el amor me hizo florecer por una vez.

Sé cantar cuando pasan los vientos
y quisiera abrazar el nido de algún pájaro.

También sé defenderme en la sequía.

Soy árbol por dentro.

Soy vegetal,
mi especie tiene nombre taxonómico,
está catalogada con una cifra y una clave,
es parte de un herbario.

Soy vegetal.

Mi más profunda vocación
es la quietud.

Caucho

El árbol de caucho es líquido,
sus hojas son agua, agua verde que respira,
surtidor detenido.

A su sombra, la tierra nunca está seca
y su tronco es humedad hecha madera.

Porción de selva en mi jardín,
árbol esponja, árbol laguna,
pulsación de los ríos subterráneos,
el verde caucho
viene de las profundidades del mar,
en el caucho no se separaron las aguas de la tierra
desde el primer día de la creación.

Sabor

Fibras enredadas entre la dentadura,
dulzor definitivo,
azúcar que es agua, agua que es azúcar,
jugo entre hilos,
pequeño planeta entre rojo y amarillo,
fruta que se desprende segregando una goma,
fruta amarilla que se sonroja
disculpándose de su propia perfección.

El mango es una prueba
de la existencia de Dios.


Parte II

Cuando decimos piedra no decimos nada, 10

Virtudes de la piedra.

Paciente, la piedra deja que la penetre el musgo
y se deleita sintiendo cómo el sol quema el
musgo y la calienta.

Tímida, el contacto con el agua le cambia el color.

Religiosa, la inmovilidad es evidencia de que la
piedra es budista.

Justa, cumple con celo la ley de gravitación
universal.

Eterna, la piedra es anterior a las pirámides, que
son de piedra.

Profundas, el piso del océano es de piedra.

Bella, la piedra es bella como la piedra.

Discreta, la piedra nunca contará nada.

Díscola, lanzada por David, siempre buscará la
cabeza de Goliath.

Original, ninguna piedra se parece a otra piedra.

Santas, en el infierno no hay piedras. Por eso
el infierno está empredrado de buenas
intenciones.

Condenada, la piedra que peque se ata a un
hombre escandaloso y se arroja al fondo del
mar.

Canto a mi cama

Mi cama es la cama de todos los días.

Aprendí hace mucho las sombras que se ven desde
mi cama,
a tientas llego fácil en mi cama al volumen de la
música,
al suiche de la lámpara, a mis gafas,
mi cama me acoge cada noche, se abre en la forma
de cada músculo mío,
mi cama tiene la prueba de que no existo sino en
sueños
y mi peso que se tiende en ella como si flotara
respira para que bailen los dioses de la noche,
fantasmas varios y alucinaciones de la insomne
duermevela,
cada noche jardín distinto o variado infierno,
estremecimientos que ni yo conozco y que mi
cama conoce,
desgarraduras y éxtasis que mi cama sabe.

Cama que me conoces solitario, quieto, difunto
casi,
cuánto te agradezco que me entrenes
para que la muerte así me llegue,
sobre ti,
y te queden mis sueños,
mi única sustancia.

La visita de Margarita Cueto a Medellin en 1968

A fines del año pasado llegó Margarita Cueto a
Medellín.

Venía en un gran tanque de formol, y semejaba
una de esas imágenes de cera que parecen
bañadas en esperma;
desde días antes se sentía un insoportable olor
a crisantemo y las polillas habían invadido el
aeropuerto.

(Antes de que Thomas Alba Edison inventara
el fonógrafo, doña Margarita repartía sus
días entre ensayar Taboga con Juan Arvizu y
espantar los diminutos gusanos de la muerte).

Fue aquel un espectáculo digno de verse: un
oxidado cañón encontrado en Chorros Blancos
saludó el aterrizaje del avión,
y en ese preciso instante resucitaron siete viejos
amantes del bambuco;
acto seguido una banda de invisibles instrumentistas,
después de los himnos de Colombia y México,
interpretó “Corazones sin rumbo” con fantasmal
vehemencia y todos pudimos llorar a nuestras
anchas:

La música se oía del otro lado de la muerte: era
el momento de las grandes libaciones de
incienso, se podía hacer una profesión de la
queja o fabricarse un cuchillo para matar tanto
olvido.

Pero esto no fue todo: en la casa de una de mis
tías, la vitrola descompuesta desde hacía 27
años comenzó a funcionar sin que nadie la
tocara, y en la familia se dijo que todo había
sido un milagro.

Ya por la noche, en el homenaje de rendida
admiración, después de las palabras del
señor alcalde, se anunció una canción de doña
Margarita;

Pero en lugar de las estrofas del bambuco,
comenzaron a salir de su boca pequeñas
telarañas que le dieron al recinto el aspecto de
un desván.

Y la señora comenzó a derretirse hasta volverse
miel de abejas que una nube de moscas devoró
con odio generoso;
fue entonces cuando las magnolias enviadas por
el Señor Obispo se tornaron en un polvillo
ceniciento que los predicadores de Año

Nuevo explotaron sin misericordia cuando hablaron de
la muerte.

Pero ya todos éramos estatuas de sal.

Hola soledad

Bienvenida, vieja amiga, te creí ausente y aquí
estabas escondida, confundida conmigo;
bienvenida, ahora que te veo, bienvenida a tu más
propia casa, el latido de mi sangre,
a ti te acojo en el tiempo largo del poema, en el
suave sueño, en el hormigueo de mi mano
izquierda,
báñate conmigo, una ducha caliente que golpee la
espalda,
-ah, desnudos sí que tú y yo somos uno solo-,
préstame una de tus camisas blancas de algodón,
ven, tomemos café, sin azúcar: así lo bebo
solamente contigo,
amiga, ladilla, sombra,
y fumemos viendo el cambio de color de la
montaña, fúndete conmigo para que pueda
mirar cómo amanece,
ven cántame una canción, aguántame la risa de
gozarte hasta el tuétano, generosa mía,
llévame así, apacible, a este o aquel libro, deja que
te lea en voz alta y dime si te aburres,
vuélvete música, almohada; convierte, maga,
tu sustancia en humo, en el umbral de las
visiones,
liba conmigo la euforia santa del silencio,
alucina, muchacha de mi vida, y cuenta tu cuento
mientras yo, torpe, tomo tu dictado:
tacha siempre toda espera o esperanza,
que no se sienta el tiempo,
y baila conmigo la danza de la sonrisa en el ojo de
la mente
hasta caer, inseparablemente juntos, fulminados.

Desollamientos

“...the seafaring man with one leg...”
(R.L. Stevenson).

Sin pie mi cuerpo sigue amando lo mismo
y mi alma se sale al lugar que ya no ocupo,
fuera de mí:
no, no hay aquí símbolos,
el cuerpo se acomoda a la pasión
y la pasión al cuerpo que pierde sus fragmentos
y continúa íntegro, sin misterios incólume.

Contra la muerte tengo la mirada y la risa,
soy dueño del abrazo de mi amigo
y del latido sordo de un corazón ansioso.

Contra la muerte tengo el dolor en el pie que no
tengo,
un dolor tan real como la muerte misma
y unas ganas enormes de caricias, de besos,
de saber el nombre propio de un árbol que me
obsede,
de aspirar un perdido perfume que persigo,
de oír ciertas canciones que recuerdo a fragmentos,
de acariciar mi perro,
de que timbre el teléfono a las seis de la mañana,
de seguir este juego.

Mozart en la autopista

Cierro la ventana,
alejo los zumbidos de otros autos
y voy en mi cápsula a ochenta kilómetros por hora,
entre Mozart,
donde tiempo y espacio, horas y kilómetros no
cuentan
y un clarinete puede ser la causa primera,
la explicación de todo,
la punta del ovillo.

Mozart en la autopista.

El mundo es claro y feliz.

Poemas de amor, 1

Ese otro que también me habita,
acaso propietario, invasor quizás o exiliado en este
cuerpo ajeno o de ambos,
ese otro a quien temo e ignoro, felino o ángel,
ese otro que está solo siempre que estoy solo, ave
o demonio
esa sombra de piedra que ha crecido en mi adentro
y en mi afuera,
eco o palabra, esa voz que responde cuando me
preguntan algo,
el dueño de mi embrollo, el pesimista y el
melancólico y el inmotivadamente alegre,
ese otro,
también te ama.

Poemas de amor, 4

Algún día te escribiré un poema que no mencione
el aire ni la noche;
un poema que omita los nombres de las flores,
que no tenga jazmines o magnolias.

Algún día te escribiré un poema sin pájaros ni
fuentes, un poema que eluda el mar
y que no mire a las estrellas.

Algún día te escribiré un poema que se limite a
pasar los dedos por tu piel
y que convierta en palabras tu mirada.

Sin comparaciones, sin metáforas, algún día
escribiré un poema que huela a ti,
un poema con el ritmo de tus pulsaciones, con la
intensidad estrujada de tu abrazo.

Algún día te escribiré un poema, el canto de mi
dicha.

Poemas de amor, 6

Tu voz por el teléfono tan cerca y nosotros tan
distantes,
tu voz, amor, al otro lado de la línea y yo aquí solo,
sin ti, al otro lado de la luna,
tu voz por el teléfono tan cerca, apaciguándome, y
tan lejos tú de mí, tan lejos,
tu voz que repasa las tareas conjuntas,
o que menciona un número mágico,
que por encima de la alharaca del mundo me habla
para decir en lenguaje cifrado que me amas.

Tu voz aquí, a lo lejos, que le da sentido a todo,
tu voz que es la música de mi alma,
tu voz, sonido del agua, conjuro, encantamiento.

Poemas de amor, 8

Tu lengua, tu sabia lengua que inventa mi piel,
tu lengua de fuego que me incendia,
tu lengua que crea el instante de demencia,
el delirio del cuerpo enamorado,
tu lengua, látigo sagrado, brasa dulce,
invocación de los incendios que me saca de mí,
que me transforma,
tu lengua de carne sin pudores,
tu lengua de entrega que me demanda todo, tu
muy mía lengua,
tu bella lengua que electriza mis labios, que vuelve
tuyo mi cuerpo por ti purificado,
tu lengua que me explora y me descubre,
tu hermosa lengua que también sabe decir que me
ama.

Poemas de amor, 13

Primero está la soledad.

En las entrañas y en el centro del alma:
esta es la esencia, el dato básico, la única certeza;
que solamente tu respiración te acompaña,
que siempre bailarás con tu sombra,
que esa tiniebla eres tú.

Tu corazón, ese fruto perplejo, no tiene que
agriarse con tu sino solitario;
déjalo esperar sin esperanza
que el amor es un regalo que algún día llega por
sí solo.

Pero primero está la soledad,
y tú estás solo,
tú estás solo con tu pecado original —contigo
mismo—.

Acaso una noche, a las nueve,
aparece el amor y todo estalla y algo se ilumina
dentro ti,
y te vuelves otro, menos amargo, más dichoso;
pero no olvides, especialmente entonces,
cuando llegue el amor y te calcine,
que primero y siempre está tu soledad
y luego nada
y después, si ha de llegar, está el amor.


Parte III

Conjuro

Que el azar me lleve hasta tu orilla,
ola o viento, que tome tu rumbo,
que hasta ti llegue y te venza mi ternura.

Amores imposibles, 11

Altar donde te invoco,
ara de ofrendas ante la mención de lo sagrado:
una pregunta, una mirada,
el vello suave de tu brazo izquierdo,
el miedo de que noten los otros que por ti me
muero,
tu risa entre un silencio que sólo quiere oír tu risa,
un viaje, una postal, este poema,
mi remoto amor imposible,
ahora te invoco,
ahora te invoco y vuelvo a embriagarme de un
instante de cielo,
de mi más lejano amor imposible.

Amores imposibles, 13

Amores imposibles
ineficaces como la compasión,
como la compasión necesarios.

Amores imposibles que te acompañan con más
intensidad
que los amores posibles.

Amores imposibles que te dan la dimensión de tu
soledad,
que llenaron de presencias tu soledad,
que le dieron sentido a tu soledad.

Amores imposibles que hicieron imposible
la sola soledad.

Amores imposibles que son la soledad acompañada.

Amores imposibles, 14

Algo por ahí quiere ser luz,
una palabra viene con vocación de destello,
una palabra que llega hecha cenizas.

Un abrazo viene con calor de entraña
y antes de llegar se desvanece en aire:
nunca lo escucharás,
nunca sentirás la piel de tu amor imposible,
nunca sabrás a qué huele.

Pero su compañía acortará las esperas,
irás solo y abrazado a tu dichosa nada,
acorazado contra el tedio,
de algún modo sereno.

Some present moments
of the future

1
Ángel instantáneo,
delirio,
pompa de tiniebla absoluta,
descomedido reventar de la memoria,
jabón del tiempo.

2
Teas que arden juntas, ondulantes.
Sola llama que dos llamas funde, confundidas:
ninguna llama es ella misma ni la otra,
sola nueva llama nuestros cuerpos.

3
El deseo dibuja su sombra:
otra sangre que transcurre cerca,
palpitación y palpitación en la tiniebla.
Basta cerrar los ojos para que lluevan estrellas,
basta tu mano aquí,
bastan tus labios.

4
Mi mano acariciando tu nalga,
mis dedos se mueven suaves sobre tu suavidad.
El vacío durante un instante
y luego la otra orilla que rozo dejándote la marca
de mi huella.
Tú sobre mí,
desmayados los dos,
sólo mi mano moviéndose.

5
Mi único pie se estruja entre tus pies que lo aprisionan
tiernos.
Luego acaricias el muñón y siento la caricia más
abajo.
Estoy amputado y me acaricias entero,
resucitas mi pie en clave de dicha,
de danza,
ese pie que siempre es dolor fantasma
es ahora el fantasma del gozo,
su eterna eternidad.

6
Luz de nosotros,
ámbar o lila, del color de esta tarde
todos los relojes destilando dicha:
duremos este tú y yo,
beso, saliva y piel,
duremos.

Una noche

El día no es la luz,
es tiniebla trasparente que se viste de negro con
las horas,
para que las voces del insomnio
traspasen el silencio de la noche
y el quiste del desamor se convierta en un llanto
de palabras quebradas, en un clamor del aire.

El olvido es amor que se convierte en nada
interminable de obsesiones,
en lento deshacerse;
al final del amor está el olvido y el olvido demora
madurándose
y las voces que a veces se escuchan a la
madrugada, antes de la primera luz,
son eco del silencio angustiado de los seres que
olvidan, de los seres que amaron y llevan
semanas y meses olvidando.

El olvido no es que algo se borre en la memoria,
el olvido te ocupa todo el tiempo, a la hora del
trabajo o del aseo, cuando comes o rezas no te
olvidas de olvidar.

Entretanto en la noche, cuando el silencio es la
materia más consistente de lo oscuro,
se cuelan voces sin dueño, las voces silenciosas de aquellos que agonizan olvidando:

—Voy birlando tus apariciones, eludo los instantes
en que sólo a ti te deseo,
eres la mía nunca más,
nadie repite, no hay regresos, lo sabemos, pero no
descanso de olvidarte,
me gasto cada noche entera contigo, olvidándote.
Tú bien lejos y yo aquí contigo
olvidándote,
olvidándote.

—La palabra mata
y yo te voy desollando con cada sílaba.

Dardo mi verbo, arma mortal.

Lunas en agonía hacen explosión en esta memoria
de guerra.

Cuando el amor acaba todo recuerdo tortura,
olvidando se convierten en espinas las dichas
del pasado:
saber que me amaste es aprender que tu amor
envenena;
para degradarme hoy, te amé entonces.

Estoy en guerra con lo que tengo de ti, un fantasma
que se apodera de mis noches,
la rabia saber que no es el tuyo, cuando otro
cuerpo.

Tengo que purificarme de ti, suicidarme de ti,
mudar la piel que tú acariciaste.

Tengo que matarte en mí para no ser sólo un
pedazo de pasado.

—Cómo te voy desamando, qué largo y monótono
ejercicio ya no amarte y pensar en ti todo el
tiempo,
qué tortura sutil sentir que mi lujuria está en
abrazar un cuerpo que ya no abrazaré,
¿cuándo un tiempo sin ti y conmigo, vuelto a mí,
recuperado de la droga de tu aliento?

Te expulso de mí, te exorcizo, te llamo a cada
segundo para que salgas de mi alma, para que
tu fantasma no me anule.

Ah, nuestros momentos de dicha quedan demasiado
lejos y ya no me justifican los insomnios de este
olvido minucioso.

Se me va un día entero olvidando cada minuto de
nosotros.

Se me va toda la rabia cuando me doy cuenta,
lacerado, de que ni siquiera pude herirte.

Una elegía

Todavía perduran esas tardes de sol: nada qué
esperar del mañana,
todo nos lo daba el día que vivíamos,
un pan desordenado del que confía en todo, sueño
profundo, sueño quieto,
la mínima certeza de la carne con algo de ternura
contra la mala sangre,
una displicente seguridad de que perduraríamos
jóvenes, incólumes, sin mancha ninguna en las
entrañas.

Todavía existen esas tardes sin desprecio y sin
afecto por nada que no fuera nuestro goce:
el mundo entero cabía en el lecho donde nos
amamos.

Vislumbro un jardín entre brumas: sentíamos el
olor de los jazmines difuminados,
aquella niebla tenía los aromas leves de nuestros
cuerpos,
ese perfume que llegó a ser otro perfume,
el olor inextinguible:
todavía cada bocanada de aire me mantiene vivo
solamente por la esperanza de aspirar ese
olor.

Corazón depredador, cloaca, ruina de un cielo que
fue todo lo que yo haya sido:
ahora mi palabra sucia ronda aquellas ruinas de
mí mismo:
te amé y eso basta,
abrazado a ti fui feliz,
ahora lo sé,
ahora cuando le perteneces a la muerte.

Los amigos muertos

Si ahora regresaran llegarían con su edad intacta,
más allá de la muerte, inmortales
con aire de ignorar lo nuevo que hay en el mundo,
sin interés en nada distinto de indagar lo que
ahora soy.

¿Por qué las canas y la panza?
¿Por qué mi trajinado traje mortal que cruje tanto
y mi cojera?
¿Por qué mi apatía con el mundo, mi apatía
conmigo,
mi desgano?
¿Por qué mi fastidio con el ruido y sus ruindades?
¿Por qué mi amor al silencio, mi mutismo?

También preguntarían perversos por qué conmigo
la muerte es indolente.

Si ahora regresaran, llegarían dándome un abrazo
que todavía extraño.

De la nostalgia, 1

Recuerdo solamente que he olvidado el acento de
las más amadas voces,
y que perdí para siempre el olor de las frutas de
la infancia,
el sabor exacto del durazno,
el aleteo del aire frío entre los pinos,
el entusiasmo al descubrir una nuez que ha caído
del nogal.

Sortilegios de otro día, que ahora son apenas
letanía incolora,
vana convocatoria que no me trae el asombro de
ver un colibrí entre mi cuarto,
como muchas madrugadas de mi infancia.

¿Cómo recuperar ciertas caricias y los más
esenciales abrazos?

¿Cómo revivir la más cierta penumbra, iluminada
apenas con la luz de los Beatles,
y cómo hacer que llueva la misma lluvia que veía
caer a los trece años?

¿Cómo tornar al éxtasis de sol, a la luz ebria de mis siete años,
al sabor maduro de la mora,
a todo aquel territorio desconocido por la muerte,
a esa palpitante luz de la pureza,
a todo esto que soy yo y que ya no es mío?

Piezas para piano i

1
La quietud absoluta elimina el tiempo en esta
música.
Oigo el piano sin que los minutos pasen.
Música sin tiempo.
Me dice que hay un nudo por romper,
que estoy en las vísperas de una revelación.

2
Entre nota y nota se oye nítido un sereno silencio,
un silencio con piel.
Podría detenerme en esos silencios,
pero hasta la eternidad es breve
entre este piano sin ansias.
Flotan las notas como los músculos de un guante,
se desgonzan, gatean,
gatean con la gracia con que los gatos gatean.

3
¿Cómo corresponder a la cortesía del agua, al aire gentil?
¿Cuál es el sonido de estas rosas en botón,
de la luz dorada del amanecer?
¿Está la respuesta en el piano?
¿Hay aquí un conjuro que me llega al oído?
Doy las gracias por este sacramento.

Piezas para piano iv

1
Las aves duermen mientras vuelan.
Para volar es necesario un abandono
sólo posible en el sueño.
Notas que no pertenecen a la vigilia,
que vienen del mundo de los que duermen,
notas soñadas por un colibrí cuando vuela.

2
Aleteo para permanecer en el mismo punto,
quieto entre el aire quieto,
inmune a la gravedad,
colibrí casi flor, bálsamo al ojo.

3
Huellas
como la huella que el ala de un pájaro deja en el aire.
Susurro que apenas se ve como el gesto mudo de una boca.
Visiones que son revelación de la tiniebla pura.
Nada tangible en este paisaje,
tacto que tantea y no toca.

piezas para piano vii

1
Si la lluvia cantara
sonaría como este piano lento
que da vueltas en torno a un solo motivo.
Pero la lluvia no canta.
La lluvia es silencio desde el piso doce.
Y sólo percute contra el vidrio cuando el viento la empuja
y ella suena susurrante o brusca.
Casi siempre la lluvia pasa en silencio frente a mi ventana
y yo intuyo que lleva ganas de cantar un canto triste,
un canto de piano sin palabras posibles.

2
Yo no soy.
Soy las cosas que pasan,
la lluvia bendita.
Si algo soy, soy alguien que ve llover,
que oye llover,
soy un oído entre la música del viento,
una piel entre el frío del viento,
alguien que yace
mientras afuera hay una ciudad que no conozco,
que apenas olfateo.
Soy ese perfume que desconocía.

3
Apunto palabras que acomodo entre dos notas.
Son un bálsamo.
Palabras como alondra o jacaranda
que vuelan o florecen entre mi libreta.
Las letras de mi jacaranda son negras,
pero la palabra tiene el color de la jacaranda florecida.
Las letras de mi alondra están quietas,
pero la palabra alondra vibra
como el cuerpo vivo de la alondra,
como su canto vibra.


Parte IV

Parque Bolívar

Las once de la noche del domingo en el parque.

Es agosto y un viento frío mece los árboles:
ya es la hora del silencio en la fuente
y unos pocos transeúntes caminan rumbo a casa con el cine en sus pupilas.

Por mi ventana, mezclado entre la brisa, entra el canto armonioso de una trompeta:
un hombre sentado en la escalera del atrio a las once de la noche del domingo
improvisa unos sonidos
y después la brisa me trae viejas canciones conocidas que vienen del pasado;
torna a Sorrento, Frenesí, una samba brasileña cuyo nombre he perdido entre las cosas obvias,
soñar y nada más...

El sonido me obliga con su conjuro a mirar por la ventana,
veo la lluvia caer sobre la música
y las notas parecen pececitos de colores
y el agua brilla bajo la luz de los neones del parque,
bailando al son de la trompeta.

Luego vendrá el silencio
y los pasos de un hombre desconocido
alejándose
con una trompeta bajo el brazo.

Sólo el azar

6
Por instantes
la constelación está completa,
intermitente y completa:
bajo destellos cazan
la acción y el verbo.

Revelaciones que no sirven para nada,
allá están el resplandor, la tiniebla
y la inútil certeza:
que moriré
y que soy inmortal como esta flor.

Sólo el azar

14
Sólo el azar me dio la piel que amé
y sólo el azar —o el cansancio—
extinguió el fuego.

Lo que siguió no fue el azar,
es lo que sigue siempre,
la lenta pesadilla del olvido
y luego cierto desprecio
por ese que fui yo y que amaba
y también por el que soy ahora,
el mismo que no sabe por qué amó.

Sólo la carne se equivoca.

Sólo el azar

15
Como un cable diseñado para menos voltaje
acaso mi cuerpo no resiste la claridad.

Mientras la materia sea mi sustancia
las tinieblas serán la vocación de la carne,
ese pedazo de noche que le cabe a cada cuerpo.

Sólo el azar

17
¿Son éstos los engaños del cuerpo,
sintaxis de las vísceras,
torceduras de la luna en las entrañas?

¿Son revelaciones,
instantes en la trastienda del paraíso,
destellos de otro asunto diferente,
jugo de la raíz —acaso—,
acaso nada, la mejor nada,
un sereno vacío?

Sólo el azar

24
Sólo el azar nos dará luz,
sólo el azar o algún designio que ignoro.

Me pregunto si es la luz lo que busco
o busco lo más oscuro de lo oscuro.

¿Acaso las tinieblas serán semilla
de visiones más altas,
de nunca merecidos apacibles silencios?

Sólo el azar

25
Hay algo que no puede ser dicho;
si lo sabemos, no está en palabras.

Puede estar al lado del sueño
o en tus propias narices
dejándose olfatear inescrutable.

Algo tan evidente como dos más dos,
tan sabio y tan sensato
como el invento de la rueda.

Hay algo entre ceguera y humo,
algo negro entre reverberaciones de luz,
algo que nos va a completar.

Conversaciones con Dios, 14

Venía yo en un avión desde el sur.
De la pampa a los Andes a la selva a mi meseta.
No miraba por la ventana: oía música, dormía y oía música dormido.
No pensaba en nada. Es la mejor manera de ir en un avión.

No pensaba en nada. Es la mejor manera de ir.
No miraba por la ventana: temo a la selva. Temo a
ese verde monótono y oscuro, un solo tono de
un solo verde que interrumpen pantanos o que
los ríos cortan.

No pensaba ni miraba y de súbito Él me habló y me
impulsó a mirar la espesa y repelente selva.

Me dijo:
—Cuando soy agua, soy el río Amazonas.

Sólo eso me dijo y lo entendí contemplando
el Amazonas a treinta mil pies de altura a
velocidad de crucero. Lo entendí: para que
exista este río tiene Dios que convertirse en agua.


Parte V

Chavela Vargas, miércoles 31 de marzo de 2004

Sobre su pecho un óvalo de plata
que arroja destellos en el punto donde yo levito.

La chamana nota que estoy encandilado
pero en ese instante no lo creo:
imposible que la gran bruja se fije en mi quietud
entre tanta gente que vino para oír su canto.
Somos varios miles los devotos.

Solamente lo sé al final, cuando todos la
ovacionamos: en el mismo instante en que yo le mando un beso
un nuevo destello de plata rebota en mis ojos fijos
en ella.

Ella lo ve —o siente mi beso—,
me acaricia con la mirada
y me devuelve mi beso.

Enseguida la imito en ese gesto suyo de abrazar
abrazándose
y la vieja reina de la luz de lo oscuro
me retorna desde lejos el abrazo con un calor de
cuerpo que contagia mi cuerpo.

Me quedo lelo,
el tiempo detenido en el plenilunio de unos
abismos que otros vivieron por mí,
ángeles extraños,
ángeles buenos que conocen el infierno como la
casa del hermano, ángeles buenos que vienen a salvarme con su
canto.

Citas de las crónicas

Hombres con los pies al revés, de suerte que si persigues sus huellas te estarás alejando de ellos.

Hombres con pies de avestruz.

La naturaleza puede hacer cosas grandes:
peces que cantan con armonía,
invasiones de gigantes; Magallanes capturó uno
que medía trece pies y que tuvo miedo cuando
se miró al espejo.

Trescientas leguas, más de sesenta pueblos
habitados por mujeres solamente,
esmeraldas del tamaño de la palma de la mano,
árboles con gajos de incienso.

Jardín de flores curiosas: lo mejor contra el fuego
es un vestido de salamandras
como lo acostumbró su majestad el emperador de
la China en las batallas:
mil pieles entretejidas inmunes a las llamas.

Se sabe que el primer caballo salió de una ráfaga
de viento condensada por Alá
y San Isidoro de Sevilla cuenta de hombres sin
cabeza que tienen los ojos en los hombros.
Entonces,
¿por qué no creerte?

Monólogo de alguien sin voz

Mi tierra ya no es mi tierra.

Fui expulsado de ella, salí a medianoche sin rumbo,
salvando la vida como si mi vida valiera
alguna cosa.

El resto lo perdí, la casa, los muebles,
las fotos y las cartas que me conectaban con los
muertos de mi sangre. Todo quedó abandonado,
de alguna manera muerto,
muerto como yo que comencé a morir entonces.
Salí con las manos vacías, sin tiempo para llorar,
también sin pasado salí de esa tierra que ya no es
mía.

El espejo de esta casa se niega a reflejarme,
nadie me reconoce.
Sin lugar y sin pasado,
esta tierra no me reconoce.
Ya no hay casa.
En el lugar habitan gentes que llegaron de ninguna
parte.

Ahora soy un nómada, una planta sin raíces,
un hombre sin nombre y sin memoria.

El cuerpo y otra cosa

11
El cuerpo está hecho de tiempo, tiempo inexorable,
absurdamente simple, tiempo que no entiendo,
tiempo curvo, tiempo hueco, ahora mismo
hueco.

Tiempo con pasado y con mañana y con un hueco, tiempo con nada, tiempo sin hoy, en mis narices el hueco del presente capaz de no existir y de ser mi única existencia.

Eso es el cuerpo, el cuerpo hecho de tiempo. El cuerpo y esa otra cosa y esa otra.
El cuerpo y el alma y esa otra.
El cuerpo y el alma y la muerte.
La muerte que es cuando el tiempo ha dejado de pasarnos.
El tiempo, que es el cuerpo.

El cuerpo y otra cosa

26
El presente inasible, el presente que fluye, que ya
pasó, que nunca es, el presente que no existe,
el mismo presente en el que existo, el tiempo en
que soy, el tiempo en que soy lo que acabo de
ser hace sólo un instante, el mismo pero otro,
el presente, mi nada.

En el presente el ruido, el letargo, a veces el dolor
en el presente, a veces el orgasmo que es
el presente absoluto.

El presente nunca está en el sueño, en el sueño
que consiste en borrar el presente, el presente
vive en esta vigilia, en este insomnio.

El cuerpo y otra cosa

27
Me veo fuera de mí, mirándome,
mirándome como si fuera otro,
mirándome hacer el amor, desfallecido, agonizando,
me veo desaparecer pegado a ti, sin conciencia de mí,
desde afuera mirándome desnudo, parte de ti,
y afuera mi mirada, yo más allá, aniquilado y feliz.

El cuerpo y otra cosa

28
Aquí tu piel,
su tacto en mi memoria nublándome la vista,
tu piel, cortina que me separa del mundo,
que me distrae de todo lo que me distrae,
tu piel que es humo,
irrealidad donde habito.

El cuerpo y otra cosa

29
Esto es el amor: apariciones,
destellos de otro tiempo, visos del origen.
Aquí debo escribir la palabra plenilunio,
invocar la luz de plata de mejores noches
sin poder repetir su jadeo
ni repetir la risa que era la música entonces.
Esto es el amor,
esto fue, diré más bien,
esto fue el amor:
una constelación distinta
donde queda lo mejor de mí.

El viejo uso de disfrazarse de gato

¿Te has preguntado por qué ciertos gatos nos
miran con ojos anticipatorios y parece que
ya es mañana mientras nos miran, como si
supieran qué te va pasar?

¿Te has preguntado por qué estás solo en la
habitación o en la banca del parque y, como una
aparición, en menos de un instante, sin que te
des cuenta, un gato silencioso está enfrente y
te observa?

¿Y has visto en los techos gatos que no se sabe
de dónde vienen, ni cómo llegaron hasta allí y
que es imposible saber hacia dónde se dirigen
impávidos, tan seguros de lo que hacen?

Pues todos esos son gatos habitados por fantasmas.

Razones del ausente

Si alguien les pregunta por él,
díganle que quizá no vuelva nunca o que si regresa
acaso ya nadie reconozca su rostro;
díganle también que no dejó razones para nadie,
que tenía un mensaje secreto, algo importante qué
decirles
pero que lo ha olvidado.
Díganle que ahora está cayendo, de otro modo y en
otra parte del mundo,
díganle que todavía no es feliz,
si esto hace feliz a alguno de ellos; díganle también
que se fue con el corazón vacío y seco
y díganle que eso no importa ni siquiera para la
lástima o el perdón
y que ni él mismo sufre por eso,
que ya no cree en nada ni en nadie y mucho menos
en él mismo,
que tantas cosas
que vio apagaron su mirada y
ahora, ciego, necesita del tacto,
díganle que alguna vez tuvo un leve rescoldo de fe
en Dios, en un día de sol,
díganle que hubo palabras que le hicieron creer
en el amor
y luego supo que el amor dura
lo que dura una palabra.

Díganle que como un globo de aire perforado a
tiros,
su alma fue cayendo hasta el infierno que lo vive
y que ni siquiera está desesperado
y díganle que a veces piensa que esa calma
inexorable es su castigo;
díganle que ignora cuál es su pecado
y que la culpa que lo arrastra por el mundo la
considera apenas otro dato del problema
y díganle que en ciertas noches de insomnio
y aun en otras en que cree haberlo soñado,
teme que acaso la culpa sea la única parte de sí
mismo que le queda
y díganle que en ciertas mañanas llenas de luz
y en medio de tardes de piadosa lujuria y también
borracho de vino en noches de lluvia
siente cierta alegría pueril por su inocencia
y díganle que en esas ocasiones dichosas habla a
solas. Díganle que si alguna vez regresa, volverá con dos
cerezas en sus ojos
y una planta de moras sembrada en su estómago y
una serpiente enroscada en su cuello.
y tampoco esperará nada de nadie y se ganará la
vida honradamente,
de adivino, leyendo las cartas y celebrando extrañas
ceremonias en las que no creerá
y díganle que se llevó consigo algunas
supersticiones, tres fetiches,
ciertas complicidades mal entendidas
y el recuerdo de dos o tres rostros que siempre
vuelven a él en la oscuridad
y nada.