Chavela Vargas, miércoles 31 de marzo de 2004
Sobre su pecho un óvalo de plata
que arroja destellos en el punto donde yo levito.
La chamana nota que estoy encandilado
pero en ese instante no lo creo:
imposible que la gran bruja se fije en mi quietud
entre tanta gente que vino para oír su canto.
Somos varios miles los devotos.
Solamente lo sé al final, cuando todos la
ovacionamos:
en el mismo instante en que yo le mando un beso
un nuevo destello de plata rebota en mis ojos fijos
en ella.
Ella lo ve —o siente mi beso—,
me acaricia con la mirada
y me devuelve mi beso.
Enseguida la imito en ese gesto suyo de abrazar
abrazándose
y la vieja reina de la luz de lo oscuro
me retorna desde lejos el abrazo con un calor de
cuerpo que contagia mi cuerpo.
Me quedo lelo,
el tiempo detenido en el plenilunio de unos
abismos que otros vivieron por mí,
ángeles extraños,
ángeles buenos que conocen el infierno como la
casa del hermano,
ángeles buenos que vienen a salvarme con su
canto.
Citas de las crónicas
Hombres con los pies al revés, de suerte que si persigues sus huellas te estarás alejando de ellos.
Hombres con pies de avestruz.
La naturaleza puede hacer cosas grandes:
peces que cantan con armonía,
invasiones de gigantes; Magallanes capturó uno
que medía trece pies y que tuvo miedo cuando
se miró al espejo.
Trescientas leguas, más de sesenta pueblos
habitados por mujeres solamente,
esmeraldas del tamaño de la palma de la mano,
árboles con gajos de incienso.
Jardín de flores curiosas: lo mejor contra el fuego
es un vestido de salamandras
como lo acostumbró su majestad el emperador de
la China en las batallas:
mil pieles entretejidas inmunes a las llamas.
Se sabe que el primer caballo salió de una ráfaga
de viento condensada por Alá
y San Isidoro de Sevilla cuenta de hombres sin
cabeza que tienen los ojos en los hombros.
Entonces,
¿por qué no creerte?
Monólogo de alguien sin voz
Mi tierra ya no es mi tierra.
Fui expulsado de ella, salí a medianoche sin rumbo,
salvando la vida como si mi vida valiera
alguna cosa.
El resto lo perdí, la casa, los muebles,
las fotos y las cartas que me conectaban con los
muertos de mi sangre.
Todo quedó abandonado,
de alguna manera muerto,
muerto como yo que comencé a morir entonces.
Salí con las manos vacías, sin tiempo para llorar,
también sin pasado salí de esa tierra que ya no es
mía.
El espejo de esta casa se niega a reflejarme,
nadie me reconoce.
Sin lugar y sin pasado,
esta tierra no me reconoce.
Ya no hay casa.
En el lugar habitan gentes que llegaron de ninguna
parte.
Ahora soy un nómada, una planta sin raíces,
un hombre sin nombre y sin memoria.
El cuerpo y otra cosa
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El cuerpo está hecho de tiempo, tiempo inexorable,
absurdamente simple, tiempo que no entiendo,
tiempo curvo, tiempo hueco, ahora mismo
hueco.
Tiempo con pasado y con mañana y con un hueco, tiempo con nada, tiempo sin hoy, en mis narices el hueco del presente capaz de no existir y de ser mi única existencia.
Eso es el cuerpo, el cuerpo hecho de tiempo.
El cuerpo y esa otra cosa y esa otra.
El cuerpo y el alma y esa otra.
El cuerpo y el alma y la muerte.
La muerte que es cuando el tiempo ha dejado de pasarnos.
El tiempo, que es el cuerpo.
El cuerpo y otra cosa
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El presente inasible, el presente que fluye, que ya
pasó, que nunca es, el presente que no existe,
el mismo presente en el que existo, el tiempo en
que soy, el tiempo en que soy lo que acabo de
ser hace sólo un instante, el mismo pero otro,
el presente, mi nada.
En el presente el ruido, el letargo, a veces el dolor
en el presente, a veces el orgasmo que es
el presente absoluto.
El presente nunca está en el sueño, en el sueño
que consiste en borrar el presente, el presente
vive en esta vigilia, en este insomnio.
El cuerpo y otra cosa
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Me veo fuera de mí, mirándome,
mirándome como si fuera otro,
mirándome hacer el amor, desfallecido, agonizando,
me veo desaparecer pegado a ti, sin conciencia de mí,
desde afuera mirándome desnudo, parte de ti,
y afuera mi mirada, yo más allá, aniquilado y feliz.
El cuerpo y otra cosa
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Aquí tu piel,
su tacto en mi memoria nublándome la vista,
tu piel, cortina que me separa del mundo,
que me distrae de todo lo que me distrae,
tu piel que es humo,
irrealidad donde habito.
El cuerpo y otra cosa
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Esto es el amor: apariciones,
destellos de otro tiempo, visos del origen.
Aquí debo escribir la palabra plenilunio,
invocar la luz de plata de mejores noches
sin poder repetir su jadeo
ni repetir la risa que era la música entonces.
Esto es el amor,
esto fue, diré más bien,
esto fue el amor:
una constelación distinta
donde queda lo mejor de mí.
El viejo uso de disfrazarse de gato
¿Te has preguntado por qué ciertos gatos nos
miran con ojos anticipatorios y parece que
ya es mañana mientras nos miran, como si
supieran qué te va pasar?
¿Te has preguntado por qué estás solo en la
habitación o en la banca del parque y, como una
aparición, en menos de un instante, sin que te
des cuenta, un gato silencioso está enfrente y
te observa?
¿Y has visto en los techos gatos que no se sabe
de dónde vienen, ni cómo llegaron hasta allí y
que es imposible saber hacia dónde se dirigen
impávidos, tan seguros de lo que hacen?
Pues todos esos son gatos habitados por fantasmas.
Razones del ausente
Si alguien les pregunta por él,
díganle que quizá no vuelva nunca o que si regresa
acaso ya nadie reconozca su rostro;
díganle también que no dejó razones para nadie,
que tenía un mensaje secreto, algo importante qué
decirles
pero que lo ha olvidado.
Díganle que ahora está cayendo, de otro modo y en
otra parte del mundo,
díganle que todavía no es feliz,
si esto hace feliz a alguno de ellos; díganle también
que se fue con el corazón vacío y seco
y díganle que eso no importa ni siquiera para la
lástima o el perdón
y que ni él mismo sufre por eso,
que ya no cree en nada ni en nadie y mucho menos
en él mismo,
que tantas cosas
que vio apagaron su mirada y
ahora, ciego, necesita del tacto,
díganle que alguna vez tuvo un leve rescoldo de fe
en Dios, en un día de sol,
díganle que hubo palabras que le hicieron creer
en el amor
y luego supo que el amor dura
lo que dura una palabra.
Díganle que como un globo de aire perforado a
tiros,
su alma fue cayendo hasta el infierno que lo vive
y que ni siquiera está desesperado
y díganle que a veces piensa que esa calma
inexorable es su castigo;
díganle que ignora cuál es su pecado
y que la culpa que lo arrastra por el mundo la
considera apenas otro dato del problema
y díganle que en ciertas noches de insomnio
y aun en otras en que cree haberlo soñado,
teme que acaso la culpa sea la única parte de sí
mismo que le queda
y díganle que en ciertas mañanas llenas de luz
y en medio de tardes de piadosa lujuria y también
borracho de vino en noches de lluvia
siente cierta alegría pueril por su inocencia
y díganle que en esas ocasiones dichosas habla a
solas.
Díganle que si alguna vez regresa, volverá con dos
cerezas en sus ojos
y una planta de moras sembrada en su estómago y
una serpiente enroscada en su cuello.
y tampoco esperará nada de nadie y se ganará la
vida honradamente,
de adivino, leyendo las cartas y celebrando extrañas
ceremonias en las que no creerá
y díganle que se llevó consigo algunas
supersticiones, tres fetiches,
ciertas complicidades mal entendidas
y el recuerdo de dos o tres rostros que siempre
vuelven a él en la oscuridad
y nada.